sábado, 20 de diciembre de 2014

Abandonado en las islas inaccesibles

Relato del CN (R ) Adhemar Pigni sobre su participación en la campaña antártica de 1964-1965
Compilado por Waldemar Fontes

En los primeros años de la década de 1960, varios marinos uruguayos embarcaron en navíos británicos, participando como invitados, de las campañas antárticas que se realizaban.

En el verano de 1964-1965, le tocó participar al joven oficial Adhemar Pigni, un destacado marino, especializado en geofísica, que participó como integrante de la Comisión Científica de la Primera ConvenciónNacional Antártica, que organizara el Profesor Julio César Musso en abril de 1970, siendo posteriormente Director del Servicio de Oceanografía, Hidrografía y Meteorología de la Armada (SOHMA) desde diciembre de 1973 a junio de 1977, entre otras actividades.

Durante su viaje a la Antártida, le tocó ser protagonista de una arriesgada aventura que casi le cuesta la vida… pero leamos su relato (publicado en la Revista Naval Nº 43 de agosto 2002):

A mediados del año 1964 la Real Armada Británica cursó una invitación a la nuestra para que un oficial uruguayo embarcara en el HMS “Protector” durante la campaña antártica 1964 – 1965. Este buque, antiguo barreminas adaptado a desempeñar funciones en zonas frías, tenía casco reforzado pero no era un rompehielos. Su tripulación era de unos trescientos hombres.
Habiendo sido yo designado para embarcar en esa misión, lo hice cuando el HMS “Protector” recaló en Montevideo en su viaje al sur.

el HMS Protector en la campaña 1964-1965

Al presentarme a bordo, el Comandante me dijo que me iba a considerar como un oficial más del buque y en consecuencia me asignaría una función. Como debían realizar relevamientos hidrográficos y esa era mi especialidad, pasé a formar parte del team de hidrografía. Luego de hacer escala en las Malvinas, el buque se dirigió a las Orcadas del Sur. 

En este grupo de islas figuran las llamadas “Islas Inaccesibles”, las cuales estaban mal ubicadas en las cartas náuticas y para hacer las correcciones correspondientes había que desembarcar en ellas y hacer mediciones con relación a puntos de coordenadas conocidas.

Estas islas, de unos cien a ciento cincuenta metros de altura son verdaderos picos de piedra de lados casi lisos con una inclinación de 70 a 80 grados, lo cual explica su nombre.

Al llegar el buque a sus proximidades, arrió una lancha que trasladaría a nuestro equipo de doce hombres a las islas. A pesar de no haber ningún lugar apto para desembarcar, logramos hacerlo saltando a una saliente de unos 15 centímetros de ancho. De allí, con un tremendo esfuerzo que parecía interminable, tomándonos de grietas y pequeñas salientes, pudimos llegar a la cima, sabiendo que si caíamos al agua, su temperatura era tan baja, que sólo nos permitiría permanecer con vida unos pocos minutos.

Colocados los instrumentos hicimos las mediciones, pero mientras tanto el tiempo comenzó a deteriorarse rápidamente. Se levantó un viento muy fuerte y la temperatura bajó bruscamente. El descenso de la cima fue más difícil y lento que el ascenso y también lo fue el saltar a la lancha que corría el riesgo de estrellarse contra la pared rocosa.

Inmediatamente nos dirigimos a duras penas al lugar en que debía estar el barco pero éste no estaba allí. La tempestad era muy fuerte y decidimos volver a la isla. Por suerte encontramos un lugar protegido del viento y el mar, junto a un iceberg varado contra la isla y nos amarramos a él.

La temperatura bajó de cero a menos quince grados.

La lancha tenía una pequeña cabina abierta por popa y poseía un toldo y unas lonas que nos protegían del viento pero no del frío.

No teníamos alimentos y sólo había un poco de café en un termo. Nuestra ropa no era muy abrigada pues el escalar la montaña así lo exigía.

En esa situación pasamos la noche medio muertos de frío. Al día siguiente el temporal no amainaba. Luego del mediodía el Teniente de Navío Peter Cheshire, que estaba a cargo del team, me dijo: “No podemos seguir esperando que pase la tormenta porque es imposible resistir más tiempo con este frío, de modo que intentaremos llegar a la Base Signy”. Esta es una base británica ubicada en otra de las Islas Orcadas.

En consecuencia nos largamos a navegar en un mar embravecido y luego de penosas horas logramos llegar a la base. Allí estaban al tanto de que el buque nos había dejado porque el viento amenazaba con arrastrar encima de él un campo de hielo formados por grandes témpanos y estaba capeando el temporal.

La tempestad duró dos días más, y tres días después el HMS “Protector” llegó a la base.

En cuanto estuvimos abordo el Comandante reunió a todos los oficiales en la cámara y nos dijo algo así: “Quiero que sepan que la decisión de abandonar el team de hidrografía a que se valiera por sus propios medios fue la más difícil que he tenido que tomar en mi vida pero los hechos confirmaron que fue acertada.

Cuando vi que los témpanos se nos venían encima tuve que optar entre proteger la vida de trescientos hombres abordo o la de doce en la lancha y me decidí por lo primero”.

Esta fue una de tantas decisiones que deben tomarse con frecuencia en el mar y tuvimos la suerte de que no costó ninguna vida y podemos contarla”.


Las islas Inaccesibles son un grupo de pequeñas islas abruptas de la Antártida. Están situadas a 60°34′S 46°44′O formando el extremo más occidental de las islas Orcadas del Sur, a 20 millas al oeste de la isla Coronación. Tienen una altura de 120 a 215 m.

Fueron descubiertas en diciembre de 1821 por el capitán George Powell, un británico cazador de focas en la balandra James Monroe, aunque es posible que fueran avistadas por Nathaniel Palmer un año antes. Fueron llamadas así por Jorge Powell debido a su aspecto de inaccesibilidad.


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Proyecto: 
Crónicas del Uruguay y la Antártida
En esta obra se relatan en forma de crónicas, historias y hechos que vinculan al Uruguay con la Antártida.
Escrito por Waldemar Fontes – http://lodewafo.blogspot.com/

con el apoyo de la Asociación Civil Antarkos

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