lunes, 26 de noviembre de 2018

Viggo Holt, un uruguayo en la Expedición Wilkins-Hearst





En 1928 arribó al puerto de Montevideo la expedición liderada por Hubert Wilkins, desde donde organizó los preparativos para zarpar al sur, llevando los primeros aeroplanos que volaron en la Antártida.  Un uruguayo participó de esa aventura: Viggo Holt, el telegrafista.   

Viggo Holt, el telegrafista uruguayo de la Expedición Antártica Wilkins-Hearst de 1928-1929

por Waldemar Fontes




El 10 de octubre de 1928, arribaba en el puerto de Montevideo el buque “Southern Cross” trayendo a bordo a Sir George Hubert Wilkins, con una expedición que pretendía ser la primera en emplear aviones para explorar el interior del Continente Antártico.

La “Expedición Antártica Wilkins-Hearst” fue recibida con entusiasmo por el público montevideano y la prensa registró cada momento de su llegada y su estadía en Uruguay, donde se instalarían para preparar la partida hacia la Antártida, que se haría en el buque noruego “Hektoria” un ballenero que operaba habitualmente en nuestro puerto.

Wilkins comenzó los preparativos de su expedición, visitando al Agrimensor Hamlet Bazzano, director del Observatorio Nacional quien había colaborado con la expedición de Charcot de 1910, solicitándole material cartográfico de la zona de la Isla Decepción, a donde planeaba instalar su base de operaciones para desde allí sobrevolar la Antártida.

Mientras se desembarcaban los aviones, se aprovisionaron de carne y conservas del frigorífico Swift y se comenzó la búsqueda de un radio telegrafista, que pudiera incorporarse a la expedición, publicando avisos en los periódicos locales, “La Mañana” y “El Diario”.

La búsqueda del radio telegrafista comenzó en las dependencias de radiocomunicaciones del Ejército, pero allí no se pudo conseguir a nadie que reuniera las condiciones requeridas, hasta que se presentó un voluntario, Valerio Durañona, que trabajaba en la Estación Cerrito desde 1912.

Durañona estaba muy entusiasmado con participar de la aventura, pero Wilkins no lo aceptó, explicando que emplearía un telegrafista de los buques noruegos... un joven nacido en Dinamarca, pero afincado en Uruguay desde muy pequeño, llamado Viggo Holt.

La madre de Viggo Holt era viuda y había llegado a Montevideo con su hijo muy pequeño. Aquí se casó con el noruego Otto Olsen Böje, quien tenía una proveduría marítima, donde Viggo Holt tuvo oportunidad de vincularse a las actividades portuarias, embarcándose con 14 años, como grumete del buque noruego “Nordking”, donde trabajó por cuatro años. Al cumplir los 18 años, desembarcó en Copenhague y estudió radiotelegrafía, para volverse a embarcar en buques suecos y noruegos, mercantes y de pasajeros, por cuatro años más, hasta que en 1928, se encontró en Montevideo con Thomas Schandy, el representante de la Agencia Naviera Gordon Firing que estaba haciendo el suministro de combustible para el buque Hektoria, quien le comentó de la oportunidad de unirse a la expedición antártica como encargado de las comunicaciones.



Dicen que Viggo, tomó a broma el ofrecimiento y comentó que era una aventura demasiado fría para su gusto, pero luego de unas horas, viendo el movimiento y el entusiasmo de la gente que estaba allí preparando todo, decidió presentarse al Sr. Wilkins y formalizar su pedido de incorporación.

Wilkins al enterarse de su experiencia y de su dominio de los idiomas escandinavos, además del inglés y el español, no dudó en contratarlo.

El ballenero noruego Hektoria, perteneciente a la White Star Line, ingresó al puerto el 23 de octubre de 1928, fondeando en la Bahía, donde el día siguiente comenzaron la tarea de embarcar los dos aviones que fueron trasladados en una lancha de la Administración de Puertos.

Una vez acondicionada la carga, la expedición fue despedida por autoridades nacionales y representantes diplomáticos de los Estados Unidos y de la legación británica, con el aplauso del público que observaba expectante.

A las 17:00 horas, zarparon rumbo al Sur y Sir Hubert Wilkins hizo trasmitir los primeros telegramas, agradeciendo desde el barco, a las autoridades y a la ciudad de Montevideo, por las atenciones recibidas.

El Hektoria navegó a las Islas Malvinas, donde descendieron algunos pasajeros y continuaron su viaje para arribar el 4 de noviembre de 1928 en Port Foster en la Isla Decepción, donde desembarcaron los cinco expedicionarios: Sir Hubert Wilkins, los pilotos Eielson y Grosson, el mecánico Porter y el telegrafista Viggo Holt, para reconocer el lugar y preparar el terreno.




El 16 de noviembre de 1928, después de varios intentos infructuosos, lograron efectuar un vuelo de prueba. Era la primera vez que un avión sobrevolaba las blancas superficies heladas de la Antártida.

El 20 de diciembre de 1928, Wilkins y Eielson, concretaron el primer vuelo de exploración sobre la península Antártica, región que todavía no estaba bien delimitada, sobrevolando la costa del Mar de Weddell.

El 10 de enero de 1929, realizan el último vuelo sobre la península Antártica y desarmaron los aviones, que quedaron acondicionados en un hangar que se había construido en la Bahía de los Balleneros, preparando su partida, con la intención de regresar en el verano siguiente.

Al partir la expedición, Viggo Holt había prometido a los reporteros que dentro de lo posible, mandaría noticias de la marcha de los acontecimientos.

En la Revista “Mundo Uruguayo”, se fueron publicando crónicas y noticias de la expedición.

A su llegada a la Isla Decepción Holt contaba que observó algunas focas y miles de pingüinos, refiriéndose a ellos como “amigos de todos los exploradores antárticos”, que parecían pasear “con su vestimenta de frac”.

Sus comentarios mencionan la impresión que le causó, el viento frío y los frecuentes temporales que levantaban la nieve que golpeaba. “como un látigo”. Bajo ese clima, prepararon las pistas para el despegue de los aviones, hasta que por fin pudieron emplearlos

Holt se ocupaba de las comunicaciones y en sus relatos detalló que su tarea consistía en constatar el buen funcionamiento de los “dos pequeños transmisores de emergencia con dínamos montados sobre rulemanes y accionados a mano” los que funcionaron muy bien durante toda la campaña.

Contaba que todas las mañanas recogía las noticias de la Estación San Francisco Examiner K.U.P, “para estar al tanto de lo que ocurría en el mundo”, varias veces se había puesto en comunicación con la expedición de Byrd, con la estación Tromsoe y con la I.G.N. –ambas noruegas- interceptando y transmitiendo mensajes sin ningún inconveniente.

Explicaba además, que había enviado un mensaje de prensa de 3000 palabras, sin repetir ninguna, ¡obteniendo respuesta a los 15 minutos!.

También mencionaba que había logrado captar música, con un receptor de onda corta de tres válvulas y que había captado transmisiones desde Buenos Aires, mediante un receptor Marconi de onda corta, al que le había cambiado las bobinas por las de onda larga.

Esto, más la eficiencia en las comunicaciones internas de la expedición, le valieron el aprecio de Wilkins, quien escribió una nota en la Isla Decepción fechada el 30 de enero de 1929, destacando la calidad de su trabajo y planteando su esperanza que volviera a formar parte del equipo en el siguiente año, cuando se continuaría la expedición.

En Marzo de 1929, en una nota publicada en la Revista “Mundo Uruguayo”- Holt corroboró que volvería a integrar el equipo de Wilkins en la temporada 1929-30.

Al finalizar la segunda campaña, Holt recibió una nueva nota de Wilkins donde le agradecía sus servicios y expresaba su intención de continuar requiriendo sus servicios si se presentaba la ocasión.

Viggo Holt participó de esa segunda expedición y continuó durante más de diez años, con su profesión de radiotelegrafista de buques.

En 1943, se casó en Montevideo, con Elsa Ravenna, con la que tuvo tres hijos: Ingrid, Christian y Elsa y pasó a encargarse del negocio familiar de proveeduría marítima.

Continuó en nuestro país por lo menos hasta 1960, año en que el diario El Día de Montevideo publicó un reportaje sobre sus aventuras en la Antártida.

En 2005, la historiadora Cristina Montalbán, entrevistó a los familiares de Viggo Holt, que preservaron unos manuscritos donde relataba sus vivencias antárticas, titulados “Cinco Hombres al Polo Sur” y “La Gran Aventura”.


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Nuestro reconocimiento a Viggo Holt y a los pioneros de la Expedición Wilkins-Heart que hace 90 años, volaron por primera vez sobre la Antártida.

Hay mucho más para conversar sobre este y otros temas, así que para saber más sobre la Antártida y su historia, los invitamos a seguirnos el sábado próximo, en Crónicas Antárticas, por Radio Uruguay.


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Referencias
Maruri, Juan. “Desde el Puerto de Montevideo a la Conquista de la Antártica” publicado online en Air & Space Power Journal - Español Primer Trimestre 2000  

Montalbán, Cristina. “Una fuente uruguaya inédita dela primera expedición aérea antártica”, Ponencia presentada en el IX Encuentro de Historiadores Antárticos Iberoamericanos, celebrado en Lima, Perú, en 2005 y publicado en el libro “Esbozando la historia antártica latinoamericana” (LW Editorial, Chile, 2013) donde recopila información sobre su vida familiar, accediendo a los relatos manuscritos de Holt, titulados “Cinco Hombres al Polo Sur” y “La Gran Aventura”.

sábado, 10 de noviembre de 2018

Los valores intrínsecos de la Antártida en la Educación



Las características de la Antártida y el marco legal que la regula, generan un entorno especial. Allí los seres humanos tienen la oportunidad de enfrentarse al desafío de una naturaleza extrema donde la única posibilidad de sobrevivir, es cooperando unos con otros. La rudeza de la Antártida iguala y transforma las vanidades humanas en humildad.
 

Los valores intrínsecos de la Antártida y la educación
por Waldemar Fontes

Al hablar de valores intrínsecos, debemos pensar en algo que tiene valor en sí mismo, por el solo hecho de existir o estar allí. 

El filósofo británico Georg Edward Moore analizó este concepto planteando que si queremos identificar el valor intrínseco de algo, debemos imaginar que ese algo ya no estuviera, para darnos cuenta de cómo su falta nos demuestra el valor que tiene ese objeto. 

Pensemos en la Antártida y en sus valores intrínsecos. -Imaginémosla ahora sin su blancura, sin su manto helado, sin sus vientos, sin sus auroras polares… sin ballenas o sin pingüinos… 

No sería la Antártida lo que es, si no estuviera vinculada a nuestra imaginación conteniendo esos valores únicos que la caracterizan y que son intrínsecos a su naturaleza.

El Sistema del Tratado Antártico en su evolución ha tomado en cuenta la Protección del Medio Ambiente de la Antártida y en el Preámbulo del Protocolo se expresa el convencimiento de las Partes firmantes, “de la necesidad de incrementar la protección del medio ambiente antártico y de los ecosistemas dependientes y asociados”; a la vez que deciden “reforzar el sistema del Tratado Antártico para garantizar que la Antártida siga utilizándose siempre exclusivamente para fines pacíficos y no se convierta en escenario u objeto de discordia internacional”;

Este documento firmado en 1991, es conocido como el “Protocolo de Madrid” y es considerado una extensión del Tratado Antártico firmado en Washington en 1959. 

El Protocolo sigue diciendo, que se deberá garantizar que todas las actividades “que se desarrollen en la Antártida sean compatibles con los propósitos y principios del Tratado Antártico”, recordando que la Antártida deberá mantenerse como un Área de Conservación Especial, que ofrece “oportunidades únicas para la observación científica y la investigación de procesos de importancia global y regional” por lo que su protección es algo que debe interesar a la humanidad en su conjunto.

En el Artículo 3 se describen los Principios Medioambientales a respetar, diciendo en el numeral 1: 

La protección del medio ambiente antártico y los ecosistemas dependientes y asociados, así como del valor intrínseco de la Antártida, incluyendo sus valores de vida silvestre y estéticos y su valor como área para la realización de investigaciones científicas, en especial las esenciales para la comprensión del medio ambiente global, deberán ser consideraciones fundamentales para la planificación y realización de todas las actividades que se desarrollen en el área del Tratado Antártico”. 

La inclusión del valor intrínseco de la Antártida como algo a preservar es algo que resulta novedoso, porque ya no solo se protegen los recursos que por su valor económico podrían ser explotados comercialmente de manera sustentable, como la pesca, sino que se le asigna al Continente Blanco un valor en sí mismo, que nos hace pensar en su importancia como un recurso educativo que podría ser aprovechado.

Navegando en los archivos, hallé algunos fragmentos de información que vinculan a pensadores uruguayos con los valores intrínsecos de la Antártida.

El CN Carlos Travieso expresaba en “La Mañana” el 18 de febrero de 1963, bajo el título “Sobreponerse al Sub-desarrollo científico. Esfuerzo provechoso indispensable” diciendo:

Entre nuestras múltiples contradicciones, está la de ser un pueblo instruido que vive de espaldas a la técnica, a la ciencia… 
Compramos autos, televisores, heladeras, pero no aportamos una coma al saber universal, al progreso. No luchamos, no trabajamos por él en los laboratorios ni en centros de investigación. Tampoco buscamos ayuda, ni cooperación, ni nos preparamos seriamente para salir de esta situación. 
Para obtener algún resultado positivo y práctico habría que reunir valores dispersos, que el país posee, y encauzarlos hacia tan provechosas tareas.-
Una oportunidad magnífica, en tales sentidos, desgraciadamente no aprovechada por nuestra Nación, fue la del Año Geofísico Internacional (1957-1958).
…Con el trabajo de la Armada y la cooperación de varias instituciones y personalidades científicas, el éxito de la participación de nuestro país, quedará asegurado, como para no hacer un papel deslucido. …los beneficios que obtendríamos de tal colaboración serían invalorables… "Marinante".

También resulta interesante leer lo que expresaba el Profesor Jorge Chebataroff, en su exposición como integrante de la Comisión Científica de la Primera Convención Nacional Antártica, llevada a cabo en Montevideo en abril de 1970, donde decía:

3º- Como país culto, el Uruguay no puede desentenderse de los esfuerzos que muchas naciones realizan para conocer más profundamente las características geográficas, geológicas, climáticas, biológicas, económicas, de un continente aún poco conocido y lleno de posibilidades, conocimientos que deban ser trasmitidos en forma divulgada a todo el pueblo uruguayo, para que tome conciencia respecto a los problemas de la Antártida y de todo el hemisferio Austral

4º- La riqueza ictiológica del océano, el desplazamiento de los grandes mamíferos marinos (pinnípedos, cetáceos, etc.), de muchas aves (entre ellas los pingüinos), tienen relación directa con la presencia de las tierras y mares antárticos, …

8º- Resulta imposible obtener un esquema de la circulación de la atmósfera en el Hemisferio Sur, sin contar con el conocimiento previo de lo que ocurre en la Antártida y en las tierras y mares adyacentes. También resultan de importancia las investigaciones que sobre la alta atmósfera se realicen en la Antártida, incluyendo problemas de ionización, auroras, tormentas magnéticas…

Todo lo dicho prueba que el Uruguay, no sólo no debe desentenderse de los problemas relativos a la Antártida, sino que debe colaborar con otros países en su resolución.

En esa misma Convención de 1970, el Profesor Julio César Musso en su libro “Antártida Uruguaya” expresaba que el avance hacia la Antártida implicaba una conmoción cultural, “fuere en sus auténticas formulaciones jurídicas, artísticas, folklóricas, incluso idiomáticas”, y seguía diciendo: 

En Antártida todo hay que hacerlo, como otrora en los orígenes mismos del país, cuando los españoles encontraron un buen territorio, pero poblado de muy fieros y dignos aborígenes.  Poblar y edificar el país, si bien es resultancia que se ve muy bien a lo largo de los años, ello fue producido punto por punto y hombre por hombre. Antártida es una promesa de fiero trabajo para los nacionales, los cuales estarán siempre alentados por la consigna artiguista de ilustración y valor. Ese valor, originariamente militar se transformará en valor científico, técnico y artístico. Esta es una adecuada respuesta y no cabe otra”. 

Estos pensadores ya avizoraban la importancia de la Antártida en sí misma como valor a tener en cuenta para el estudio de la ciencia y la tecnología, hasta su incorporación indefectible en la cultura nacional. 

El Dr. Roberto Puceiro, jurista uruguayo especializado en Derecho Internacional que trabajó en las reuniones que dieron origen al texto del Protocolo de Protección Ambiental del Tratado Antártico decía: 

…hablar del Tratado Antártico es mucho más que referimos al acuerdo internacional en sí.... implica necesariamente tener en cuenta dos elementos: el área antártica en sí y el régimen que la regula. 

En lo que al área antártica, se refiere es imprescindible recordar su escenario de excepción, sus rigurosas condiciones, su extensión, su ubicación, y el papel que puede representar para el futuro de la Humanidad, en especial como área virgen, como reservorio natural, y como espacio de vital influencia en el Hemisferio Sur y en el Planeta todo. 

En lo relativo al régimen que la regula, se hace necesario recordar que resulta insoslayable y vital, proteger y conservar lo que el Continente Blanco encierra, y controlar y dominar efectivamente lo que se hace en, para y desde el mismo.


Las características de la Antártida y el marco legal que la regula, generan un entorno especial. Allí los seres humanos tienen la oportunidad de enfrentarse al desafío de una naturaleza extrema donde la única posibilidad de sobrevivir, es cooperando unos con otros. La rudeza de la Antártida iguala y transforma las vanidades humanas en humildad. 

En los diferentes niveles educativos, el estudio de la Antártida es enfocado solo en los aspectos genéricos, analizándola como región geográfica con particularidades de clima y fauna y flora escasas y específicas. 

Sin embargo, por su localización aislada y sus características únicas, la humanidad ha debido encontrar formas novedosas para explorarla e intentar descubrir sus misterios, incorporando necesariamente la cooperación y la solidaridad como valores a tener en cuenta.

La igualdad y el compartir, resaltan en un entorno que hace tomar conciencia de un medio ambiente único que si no es protegido en conjunto, podría perjudicar a todos. 

Dar a conocer cómo se trabaja en la Antártida y cómo se coopera y comparte es un recurso valioso que debería ser incorporado a los programas educativos.

La protección de su medio ambiente implica conocer la geografía del Continente Antártico, su flora, su fauna, pero es necesario también conocer su historia y la manera que los seres humanos han desarrollado para convivir de manera pacífica, que incluyen la libertad de acción para investigar, el compartir los resultados de las investigaciones, la solidaridad entre las personas, el intercambio cultural, el contacto con la vida silvestre y reconocer la belleza de su naturaleza, entre otras cosas.

Los valores intrínsecos de la Antártida, sumados a los valores instrumentales que agrega el marco que regula su administración, representan recursos educativos valiosos que vienen siendo analizados de manera aislada, pero que deberían explorarse más profundamente.

La organización de actividades educativas que incluyan la comparación de lo que ocurre en la Antártida con lo que sucede en otras partes del planeta nos puede demostrar que es posible cooperar entre naciones y ser solidario entre las personas.

Si es posible hacerlo en la Antártida, ¿por qué no hacerlo en todas partes?

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Hay mucho más para conversar sobre este y otros temas, así que para saber más sobre la Antártida y su historia, los invitamos a seguirnos el sábado próximo, en Crónicas Antárticas, por Radio Uruguay.

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Referencias:
Protocolo de Protección Ambiental al Tratado Antártico: