martes, 26 de noviembre de 2019

60º aniversario de la firma del Tratado Antártico


El Tratado Antártico está vigente hasta 2048 y si las Partes acuerdan mantenerlo, puede extenderse o modificarse acorde a las circunstancias futuras. En estos 60 años, ha permitido que países que estaban a punto de enfrentarse en la guerra, lograran trabajar en cooperación en pos de un fin común, que ha sido el de preservar la Antártida como una reserva de vida natural, dedicándola a la investigación científica y a la cooperación humana en todos los sentidos.


Se cumplen 60 años de la firma del Tratado Antártico
por Waldemar Fontes



El 1º de diciembre de 2019, se cumplen 60 años del Tratado Antártico firmado en Washington en 1959. 

Este Tratado que ha funcionado de manera exitosa, fue el resultado de un largo proceso de negociaciones que lograron estabilizar una compleja situación de conflicto que se venía gestando en la región austral, primero a raíz de disputas territoriales entre Argentina, Chile y el Reino Unido y luego, con las tensiones surgidas de la Guerra Fría, al finalizar la Segunda Guerra Mundial que hicieron peligrar los acuerdos de paz logrados entre las Grandes Potencias.

El Tratado surgió de la decantación de diferentes teorías que incluían desde la internacionalización del Continente Antártico, hasta la instauración de un fideicomiso que lo regulara. 

La gestación del Año Geofísico Internacional 1957-1958 (AGI), que se había desarrollado a instancias del Consejo Internacional de Uniones Científicas, fue una instancia decisiva para el Tratado Antártico, pues a partir de su implementación se comprobó que era posible, a través de las actividades científicas, encontrar un camino a la diplomacia para iniciar las negociaciones hacia un acuerdo. 

Las tensiones en torno al Continente Blanco, se originan desde los tiempos de su descubrimiento en 1819, cuando William Smith, un marino mercante de origen británico, zarpando desde Montevideo, desembarcó por primera vez en la Isla Rey Jorge, en las Shetland del Sur, tomando posesión de las mismas a nombre de su Rey Jorge IV. Pocos meses después, en febrero de 1820, el marino ruso Bellingshausen confirmaba el descubrimiento de la masa continental antártica y en las mismas fechas, el ballenero americano N. Palmer confirmaba el descubrimiento, que fue cartografiado de manera oficial por Bransfield, del Almirantazgo británico. Estos descubrimientos, provocaron una fiebre de la caza de focas y lobos marinos, que se extendió hasta casi extinguir las poblaciones de mamíferos marinos, lo que hizo perder el interés comercial de los aventureros exploradores que llegaban hasta el extremo sur. 

Desde el Río de la Plata y desde Valparaíso en Chile, se participó activamente en esta etapa de descubrimientos y se brindaban los servicios logísticos y portuarios para las expediciones que provenían principalmente de Europa y de los Estados Unidos de América, dando origen a un incipiente conflicto por influencia y por intereses territoriales en una América que vivía el proceso de la independencia. 

A principios del Siglo XX, había comenzado la llamada Época Heroica de la exploración antártica y desde los puertos del Río de la Plata se participó activamente de la recepción de las famosas expediciones científicas que llegaban a explorar el Continente Antártico, mientras que desde las Islas Malvinas, el Reino Unido consolidaba su posición, administrando la pesca y la caza de la ballena en los mares más al sur, haciendo la primer reclamación territorial sobre la Antártida en 1908. 

La industria ballenera tuvo un gran desarrollo a partir de los años de 1920 y las flotas noruegas que operaban en la zona, recalaban en los puertos de Montevideo y Buenos Aires. Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, en 1939, la Alemania Nazi atacaba los navíos balleneros que operaban en el Atlántico Sur, apoderándose de la explotación de ese recurso al ocupar el territorio noruego en 1940, elevando el nivel del conflicto que ya no era solo diplomático o comercial sino que se concretó en ataques a buques que operaban en la zona del Atlántico Sur, dividiendo las posiciones de los países latinoamericanos, que apoyaban los intereses aliados o proclamaban una tercera posición independiente. 

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el Imperio Británico comenzó a declinar, cediendo posesiones en algunas regiones. La presión de los Estados Unidos de América se hacía sentir sobre los dominios coloniales que aún quedaban en las Américas y la cuestión de las Islas Malvinas fue un factor de debate que dividió a los países latinoamericanos. La Argentina bajo el gobierno del General Perón, había comenzado una carrera armamentista que hacía peligrar el predominio de los Estados Unidos sobre el Hemisferio y si bien la mayoría de los países de la región apoyaban sus reclamos sobre las Islas Malvinas, no veían con simpatía su expansión militar. 

Un conflicto entre Argentina y Chile por reclamaciones territoriales en la Antártida, había quedado parcialmente resuelto por el acuerdo firmado el 12 de julio de 1947 donde ambos países acordaban reconocerse mutuamente sus derechos, sin perjuicio de las reclamaciones puntuales superpuestas, dando origen al concepto de “Antártida Sudamericana” que en general era apoyado por los vecinos latinoamericanos. 

Sin embargo, a pesar del acuerdo, una nueva escalada de acciones agresivas llevó a que tanto el Reino Unido como Chile y Argentina enviaran flotas de guerra a proteger las instalaciones que cada uno había establecido en el Continente Antártico, elevando el conflicto a momentos muy tensos que llevaron a la intervención de los Estados Unidos para mediar entre los tres, lo que condujo a la firma de un acuerdo tripartito en 1949 que enfrió las tensiones, acordándose que los tres países involucrados en los reclamos territoriales superpuestos, no enviarían flotas de guerra más allá del paralelo 60º Sur, limitando sus acciones militares al apoyo logístico de sus instalaciones. 

Esta solución apaciguó los ánimos por un tiempo, hasta que sobre finales de la década de 1950, la Guerra Fría entre la Unión Soviética y los Estados Unidos trasladó su accionar al Continente Antártico, generándose una polémica por su posible empleo para depósito de desechos nucleares o para pruebas de explosiones atómicas. 

En 1954, el Consejo Internacional de Uniones Científicas había comenzado la preparación de un Año Geofísico Internacional (AGI), con el objetivo de establecer un programa de cooperación multinacional. En julio de 1955 la Unión Geodésica y Geofísica Internacional, convocó a una Conferencia Antártica en París, de la cual participaron delegados de Noruega, Inglaterra, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Argentina y Chile. 

En octubre de 1955, en Uruguay, se hicieron gestiones para participar de las actividades del AGI y en noviembre del mismo año, se planteó formalmente el tema, en la 4ª Sesión de la Semana Geográfica, organizada por el Instituto Nacional de Investigaciones Geográficas, en la Facultad de Arquitectura. 

En Febrero de 1956 llegaron al Uruguay dos delegados del Comité Internacional Organizador del AGI, invitando a nuestro país a participar en las investigaciones científicas que se planeaban. 

Ante la invitación, se creó el Comité Nacional para el AGI, que inicialmente estuvo integrado por Félix Cernuschi, Jorge Chebataroff y Rodolfo Méndez Alsola, a los que luego se agregarían otros geógrafos compatriotas. 

A partir del buen suceso que tuvo el AGI 1957-1958, se creó en París un organismo internacional que se denominó Comité Especial para la Investigación Antártica (Special Comitee for Antarctic Research), antecesor del actual Scientific Comitee on Antartic Reseach, (SCAR) establecido en la Haya en febrero de 1958, organismo que hasta hoy impulsa y promueve la investigación en la Antártida y los mares que la rodean. 

Cuando finalizaba el AGI, los Estados Unidos plantearon la posibilidad de extenderlo por un año más, a efectos de continuar las investigaciones científicas que se habían comenzado, pero la propuesta no fue aceptada por la Unión Soviética, dando origen a una serie de conversaciones diplomáticas que culminaron con la reunión de Washington, donde se firmó el Tratado Antártico, el 1º de diciembre de 1959. 

Herman Phleger, “Signing of the Antarctic Treaty on December 1st 1959,”
fuente: ATS Image Bank, accessed December 3, 2018

Los signatarios originales de aquel Tratado fueron doce países: Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, el Reino Unido, Sudáfrica y la Unión Soviética, acordando que destinarían la Antártida, a la paz y la ciencia, en un régimen de cooperación, a la vez que se congelaban las reclamaciones territoriales que se habían planteado oportunamente, no aceptándose nuevas reclamaciones bajo la vigencia del mismo. 

Este acuerdo entró en vigor el 23 de junio de 1961, cuando todas las partes lo refrendaron y tenía una vigencia inicial de treinta años. El Tratado dejaba abierta la puerta a otras partes que desearan integrarse, las que deberían seguir un proceso de adhesión, para luego, si se cumplían los requisitos de conducir investigación científica a través de un plan que se ajustara al espíritu del Tratado Antártico, poder convertirse en Partes Consultivas del mismo. 

En 1991, cuando vencía la primera vigencia del Tratado, las partes acordaron, luego de una extensa negociación, aprobar la inclusión del Protocolo de Protección Ambiental al Tratado Antártico, o Protocolo de Madrid, que regula todas las actividades que se realicen en el Continente Blanco, destacándose la prohibición de explotar los recursos minerales, por un período de 50 años, tomados a partir de su entrada en vigor en 1998. 

A los doce signatarios originales, se fueron sumando en estos 60 años, otros países siendo hoy 53 los miembros adherentes, de los cuales 29, son miembros plenos, conformando la Reunión Consultiva que se reúne cada año, en una especie de parlamento, que administra todo lo que se hace en la Antártida. 

La vigencia del Tratado Antártico se extendió por 50 años, pero no es una fecha de término fijo, y si las Partes acuerdan mantenerlo, puede extenderse o modificarse acorde a las circunstancias futuras. 

El Tratado Antártico ha sido un ejemplo y es uno lo tratados más exitosos, permitiendo que países que estaban a punto de enfrentarse en la guerra, lograran trabajar en cooperación en pos de un fin común, que ha sido el de preservar la Antártida como una reserva de vida natural, dedicándola a la investigación científica y a la cooperación humana en todos los sentidos. 

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Hay mucho más para conversar sobre este y otros temas, así que para saber más sobre la Antártida y su historia, los invitamos a seguirnos en Crónicas Antárticas...
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Referencias:


1. Agüero, Daniel. “ROBERTO GUYER Y SU PROPUESTA DE CREACIÓN DE UNA ENTENTE ANTÁRTICA DE LOS PAÍSES DEL HEMISFERIO” Centro de Estudios Hemisféricos y Polares, Volumen 1 Nº 2 (Segundo Trimestre, 2010): 90-105. (Lic. Daniel Agüero Servicio Meteorológico Nacional Buenos Aires – Argentina.

2. Fontes, Waldemar. “La creación del SCAR y la actividad científica del Uruguay en la Antártida”,

3. Fontes, Waldemar. “El Tratado Antártico” 

4. Montalbán, Cristina. “URUGUAY PRESENTE EN LA ANTÁRTIDA. LAS ACCIONES DESCONOCIDAS DE UN DOCTRINARIO, EL C/N CARLOS TRAVIESO FERNANDEZ” Ponencia presentada en el X Encuentro de Historiadores Antárticos Iberoamericanos, Buenos Aires, del 1º al 3 de octubre de 2008 (Lic. Cristina Montalbán- Sub Directora Técnica Centro de Estudios Históricos Navales y Marítimos- Museo Naval- Montevideo- Uruguay) 

5. Puceiro Ripoll, Roberto. “La República Oriental del Uruguay en la Antártida, Continente del Futuro” publicado en: Revista Diplomática Nº 3 del Instituto Artigas del Servicio Exterior – 1985, páginas 6 a 11. 


6. Secretaría del Tratado Antártico: ats.aq