Rumbo a los 60 años de la firma del Tratado Antártico, es un momento propicio para celebrar la grandeza de quienes optaron por trabajar en conjunto antes que ir al enfrentamiento armado, que podría haber destruido una región prístina...
Herman Phleger, “Signing of the Antarctic Treaty on December 1st 1959,” fuente: ATS Image Bank, accessed December 3, 2018 |
El Tratado Antártico firmado en Washington en 1959
por Waldemar Fontes
El 1 de diciembre de 1959, los doce países que habían llevado a cabo actividades científicas en la Antártida durante el Año Geofísico Internacional (AGI) de 1957-1958 firmaron en Washington el Tratado Antártico.
El Tratado entró en vigor en 1961, luego que todos los signatarios originales lo refrendaran y luego otras naciones se fueron adhiriendo al mismo. Actualmente las Partes del Tratado Antártico, son 53, entre las que se encuentra Uruguay.
Resaltamos algunas disposiciones importantes del Tratado que son resaltadas en ats.aq:
- La Antártida se utilizará exclusivamente para fines pacíficos (art. I).
- La libertad de investigación científica en la Antártida y la cooperación hacia ese fin […] continuarán (art. II).
- Las Partes Contratantes acuerdan proceder […] al intercambio de observaciones de resultados científicos sobre la Antártida, los cuales estarán disponibles libremente (art. III).
- Entre los signatarios del Tratado hay siete países (Argentina, Australia, Chile, Francia, Noruega, Nueva Zelanda y el Reino Unido) con reclamos territoriales, que en algunos casos coinciden en parte.
- Otros países no reconocen ningún reclamo. Estados Unidos y Rusia consideran que tienen “fundamentos para reclamar”. Todas estas posiciones están explícitamente previstas en el artículo IV, que mantiene el statu quo:
- Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras el presente Tratado se halle en vigencia constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en la Antártida, ni para crear derechos de soberanía en esta región. No se harán nuevas reclamaciones de soberanía territorial en la Antártida, ni se ampliarán las reclamaciones anteriormente hechas valer, mientras el presente Tratado se halle en vigencia.
- A fin de promover los objetivos y procurar la observancia de las disposiciones del Tratado, “todas las regiones de la Antártida, y todas las estaciones, instalaciones y equipos que allí se encuentren […] estarán abiertos en todo momento a la inspección” (art. VII).
El Tratado Antártico va rumbo a cumplir 60 años de funcionamiento y ha sido una herramienta exitosa para fomentar el trabajo en cooperación entre las naciones y sobre todo, fue un instrumento muy importante que facilitó el diálogo entre las partes que iban rumbo a un conflicto, cuando al finalizar la Segunda Guerra Mundial las Potencias comenzaron la Guerra Fría con disputas para posicionarse en las áreas de influencia que cada una quería dominar.
Desde la primera década del siglo XX algunos Estados habían comenzado a reclamar soberanía territorial sobre la Antártida, basándose en sus descubrimientos, los títulos históricos heredados, la cercanía geográfica o la proyección de sus territorios hacia el sur, entre otras teorías.
En la década de 1950, siete Estados, Gran Bretaña, Argentina. Chile. Nueva Zelandia, Australia, Francia y Noruega, planteaban reclamaciones territoriales que prácticamente, abarcan todo el Continente, sobreponiéndose en algunas regiones las áreas reclamadas.
De esos Estados, Australia, Francia, Nueva Zelandia, Noruega y Gran Bretaña reconocían mutuamente sus reclamos, generándose un desacuerdo en la zona de la Península Antártica, donde se superponían las reclamaciones planteadas por Gran Bretaña, Argentina y Chile, lo que condujo a graves tensiones que tuvieron su pico en 1949, cuando acordaron entre los tres países, que ya no enviarían flotas armadas al sur del Paralelo 60º, aunque sin llegar a un acuerdo por la delimitación de sus respectivos reclamos.
Luego de arduas negociaciones que se llevaron a cabo en toda la década de 1950, los Estados reclamantes de soberanía territorial, llegaron al convencimiento de que era necesario hallar una solución a la pugna que se estaba gestando.
En ese marco, la Antártida fue designada como una de las regiones del Planeta de especial interés para el Año Geofísico Internacional (AGI) a desarrollarse entre 1957 y 1958, señalándose en especial el interés que revestía y los grandes secretos científicos que aún ocultaba.
Durante el Año Geofísico Internacional, doce Estados, los siete reclamantes de soberanía territorial, más Bélgica, Japón, Sud África, Estados Unidos y la Unión Soviética, se pusieron de acuerdo para desarrollar un programa de investigación sin precedentes, acordando la posibilidad de instalar estaciones científicas, más de cincuenta en total, por todo el Continente, sin tomar en consideración las reclamaciones territoriales.
Según lo expresaba el Dr. Puceiro: “El evento científico, hizo percibir a los Estados participantes, que la cooperación internacional y las circunstancias de hecho que la investigación había requerido, marcaban hitos que señalaban un nuevo camino por el que transitar juntos”.
A comienzos de 1958, basándose en el buen suceso de la experiencia de cooperación científica, el gobierno de los Estados Unidos de América, invitó a los otros Estados participantes en el Año Geofísico Internacional, para unirse en un tratado tendiente a preservar el Continente como un laboratorio internacional para investigación científica y asegurar que sería destinado exclusivamente para fines pacíficos.
De las conversaciones mantenidas, surgió un acuerdo que culminó en la firma del Tratado Antártico que fue suscrito en Washington el 1° de diciembre de 1959 y entró en vigencia el 23 de junio de 1961.
Los signatarios originales del mismo fueron, por orden alfabético: Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, Sudáfrica y la Unión Soviética.
El Tratado establecía tres categorías de Estados integrantes. Los doce Estados signatarios originales, que serían siempre miembros activos o Consultivos del mismo, prescindiéndose de la actividad que desarrollen (Artículo IX párrafo primero).
Los adherentes activos, que deberían ser admitidos expresamente, a la categoría de Consultivos, debiendo haber demostrado interés en la Antártida mediante la realización de investigaciones científicas importantes, como el establecimiento de estaciones o el envío de expediciones científicas (Artículo IX párrafo 2). A esta categoría accedieron hasta hoy, diecisiete partes más, entre las que se encuentra Uruguay, desde el 7 de octubre de 1985.
Por último se hallan los miembros meramente adherentes, que no desarrollan actividades efectivas como las mencionadas antes y por lo tanto no tienen voto en las Reuniones Consultivas del Tratado.
El Tratado determina que su área de aplicación es la zona comprendida al Sur de los 60 grados de latitud sur, incluyéndose en ella el Continente Antártico en sí, las islas adyacentes y las barreras de hielo que lo rodean, sin afectar los derechos de ningún Estado relativos a Alta Mar (Artículo VI).
El acuerdo establece en sus principios esenciales que el área del Tratado Antártico podrá ser utilizada exclusivamente para fines pacíficos, prohibiéndose las explosiones nucleares y la eliminación de desechos radioactivos (Artículo V), así como toda acción militar, exceptuándose el empleo de personal o equipos militares para investigaciones científicas u otros fines como ser el apoyo logístico
Si bien entre los signatarios originales del Tratado hay países que plantearon reclamaciones territoriales reconocidas por otras partes, hubo Estados como Bélgica, Japón, Sudáfrica o la Unión Soviética que no reconocieron formalmente ninguno de esos reclamos, dándose el caso de la Unión Soviética y de los Estados Unidos que al firmar el Tratado hicieron una especial reserva de sus derechos, mientras que además Estados Unidos, dejó constancia de su rechazo a todas las reclamaciones existentes a ese momento.
Posteriormente, Estados como Brasil, Perú y Uruguay, al ingresar al Tratado, realizaron reivindicaciones no formales sobre sus posibles derechos en el Continente, basados en títulos de diferente naturaleza y en especial en su contigüidad geográfica o en la proyección de sus costas hacia aquél.
Según relataba el Dr Roberto Puceiro en un artículo de la Revista Diplomática Nº 3 del Instituto Artigas del Servicio Exterior, publicado en 1985:
La República Oriental del Uruguay, por Ley N° 14.971 de 14 de diciembre de 1979, ratificó el Tratado Antártico pasando a formar parte del mismo el 11 de enero de 1980.
En oportunidad de dicha adhesión, la República Oriental del Uruguay formuló una declaración por la que fundamentó dicho acto internacional "no solamente en el interés que, como todo miembro de la Comunidad Internacional, tiene el Uruguay en la Antártida sino, además, en un interés especial, directo y sustancial derivado de su situación geográfica, del enfrentamiento de su costa atlántica al Continente Antártico, de la influencia que éste ejerce en su clima, en su ecología y en su biología marina, de los vínculos históricos que lo ligan desde las primeras expediciones que se aventuraron a explorar dicho Continente y sus aguas, así como de las obligaciones asumidas conforme al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca que incluye una parte del territorio antártico en la zona descrita en el artículo 4° por virtud de lo cual el Uruguay coparticipa en la responsabilidad de la defensa de la región".
Este 1º de diciembre de 2018, se cumplen 59 años de la firma del Tratado Antártico y es un momento propicio para celebrar la grandeza de quienes optaron por trabajar en conjunto antes que ir al enfrentamiento armado, que podría haber destruido una región prístina, que es como decía el Dr. Puceiro:
“otro mundo dentro del Mundo. Un lugar que nada tiene que ver con los otros lugares del Planeta, reflejo de un mundo del ayer y tal vez, de la Tierra del futuro. Lugar de libre expresión de la Naturaleza donde el hombre se sirve de ella con solemnidad y respeto, con ese mismo pudor con que se puede entrar en un recinto venerado o en un templo sagrado. Tierra sin fronteras que dividan, donde el hombre busca integrarse y adquiere la noción de su pequeñez frente a la Naturaleza y su dimensión de titán cuando se une a otros.
Por eso es necesario que nuestro país participe en forma definitiva y plena en la Antártida, como medio de comprometerse con otras naciones a salvaguardarla y protegerla, y en última instancia, protegerse a sí mismo y a la Humanidad toda. -Nada de lo que sucede en la Antártida es ni podrá ya sernos ajeno".
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Hay mucho más para conversar sobre este y otros temas, así que para saber más sobre la Antártida y su historia, los invitamos a seguirnos el sábado próximo, en Crónicas Antárticas, por Radio Uruguay.
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- Puceiro Ripoll, Roberto. “La República Oriental del Uruguay en la Antártida, Continente del Futuro” publicado en: Revista Diplomática Nº 3 del Instituto Artigas del Servicio Exterior – 1985, páginas 6 a 11.
- Secretaría del Tratado Antártico: ats.aq
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