sábado, 7 de julio de 2018

Primeras invernadas



Durante los meses de junio y julio, los días son muy cortos... Las personas que permanecen el invierno en la Antártida, deben tener un perfil específico, que ha sido estudiado por psicólogos y médicos y quienes tienen las características adecuadas para esa tarea, realmente disfrutan la aventura de pasar un invierno en esas particulares condiciones...

Esta crónica fue preparada para “Proyección a la Antártida” del programa Proa al Mar del sábado 7 de julio de 2018, trasmitido por Radio Uruguay

Las Primeras Invernadas en la Antártida
por Waldemar Fontes

Parte de la dotación del invierno 1986 en la BCAA

¿Cómo es el invierno en la Antártida? ¿Qué temperaturas hacen? ¿Cómo se protegen del frío? ¿Qué comen? Son algunas de las preguntas que siempre hace la gente a quienes invernan en la Antártida. 

Durante los meses de junio y julio, los días son muy cortos en las latitudes donde se encuentra nuestra base Artigas, sobre el paralelo 62º Sur, habiendo apenas unas cuatro horas de luminosidad difusa, como en el atardecer de un día nublado en invierno. El día en esas condiciones, se presenta entre las 10 de la mañana y las 4 de la tarde, en que ya queda de nuevo totalmente oscuro. 

En esas condiciones, el ritmo de vida se enlentece y el ser humano comienza a actuar diferente. Algunos tienden a dormir mucho más de lo que habitualmente harían y se distorsionan los horarios y tiempos de trabajo y descanso, pero también están aquellos que realizan actividades creativas, como ser manualidades, artesanías, dibujos, etc. 

Las personas que permanecen el invierno en la Antártida, deben tener un perfil específico, que ha sido estudiado por psicólogos y médicos y quienes tienen las características adecuadas para esa tarea, realmente disfrutan la aventura de pasar un invierno en esas particulares condiciones. 

A medida que nos adentramos hacia el Polo Sur, en los meses de junio, julio y agosto, la oscuridad es cada vez más profunda, ocurriendo que en el propio Polo Sur, la noche sea total en estos meses y se produzca un único amanecer por año, al comenzar el mes de setiembre, cuando el sol comienza a quedar visible para no ponerse de nuevo hasta el año siguiente. 

Si las condiciones de vida parecen duras en bases donde hay posibilidad de contactarse con otras personas o de recibir ocasionalmente un vuelo, aunque sea en pleno invierno, como ocurre en las estaciones ubicadas en la Isla Rey Jorge, imaginen lo puede ser en bases donde a partir de marzo, las dotaciones quedan totalmente aisladas y recién a fines de octubre o en noviembre, podrán recibir suministros y relevos. 

Actualmente, las bases antárticas tienen buenas instalaciones, pero las primeras personas que debieron invernar en la Antártida, lo hicieron obligadas. 

En 1819, se produjo el naufragio del Navío San Telmo, que luego de zarpar del puerto de Montevideo, se dirigía al Perú, con tropas y suministros para reforzar las posiciones españolas que estaban siendo derrotadas por la revolución americana y al año siguiente se encontraron restos del naufragio, comprobándose que varios tripulantes lograron sobrevivir, refugiándose en diversos lugares de las islas Shetland del Sur, por lo que habrían sido las primeras personas en pasar un invierno en esas latitudes. 

Lamentablemente no hubo posibilidad de que nadie concurriera a su rescate y quien sabe, luego de pasar que penurias, todos murieron allí. 

Mejor suerte tuvieron un grupo de once cazadores de focas, desembarcados a trabajar en una playa de la costa norte de la isla Rey Jorge en 1821, los que al zozobrar su barco, el Lord Melville que los debía recoger al finalizar sus labores, debieron pasar el invierno en las playas de la bahía Venus, de donde al año siguiente, pudieron ser rescatados con vida. 

Más adelante en el tiempo, la expedición liderada por Adrián de Gerlache, debió pasar el invierno de 1898, en su barco el Bélgica, que quedó atrapado en el mar congelado, pudiendo zafarse por sus propios medios, al comenzar el deshielo del verano siguiente. 

A partir de 1899, los británicos comenzaron una serie de expediciones de larga duración, con la finalidad de explorar y estudiar las regiones que desde el Mar de Ross, permitían adentrarse al interior del Continente Helado, con intención de llegar al propio Polo Sur, por lo que se establecieron varias estaciones logísticas en la costa, donde se produjeron las primeras invernadas, organizadas. 

En nuestro país, una vez concretada la instalación de la Base Científica Antártica Artigas en 1984, se comenzó a preparar la misma para dejarla operativa durante todo el año, lo que empezó a hacerse realidad en el invierno austral de 1986, cuando la dotación de once personas, pasó allí el primer invierno en la Antártida. 


Aquella dotación estaba integrada por el Tte. Cnel Heber Cappi, como Jefe de Base. El Dr. Santiago Grun, quien se desempeñó como médico, el Mayor Bernabé Gadea, como jefe del Proyecto de Meteorología y Raúl Grisolia y Héctor Fontana, como operadores meteorológicos. El Sargento 1º Luis Morais, como mecánico, el Soldado Mario Cantini, como encargado de los generadores eléctricos, el Cabo Derceo da Costa, como encargado del depósito logístico, el Sdo. Efraín Freitas, como cocinero y los Aerotécnicos Amado Sanes y Enrique Umpiérrez como radio operadores. 

Sobre esta primera invernada, escribía Heber Cappi: 
La preparación de la misión significó, entre otras cosas, determinar, conforme a regímenes alimenticios adecuados, los víveres necesarios para, una vez allí, permanecer nueve meses (entre marzo y diciembre) sin otros abastecimientos. 
Las ropas provistas para la misión, debido a la falta de experiencia anterior, resultaron no ser las más adecuadas y las dificultades que pasaron para obtener agua potable, que se extraía de una cañada que corre junto a la base, fueron enormes al comenzar el invierno, pues todo se congeló y se hacía muy difícil perforar hasta donde se podía hallar agua líquida, por lo que tuvieron que racionar su empleo, dando prioridad a las comidas y la higiene más básica. 

Otro problema fue la evacuación de las aguas servidas, pues no se disponía de un sistema de saneamiento y se usaron baños químicos de camping, con poca capacidad, los que debían ser vaciados cada pocas horas, obligando a los expedicionarios a establecer un sistema de guardias para cumplir con esa desagradable pero importante tarea, que les permitió obtener aprendizaje para que al año próximo la nueva dotación pudiera preparar un sistema sanitario más adecuado al entorno extremo donde se habían instalado. 

Parte de la dotación del invierno 1986 en la BCAA

Seguía diciendo el Coronel Heber Cappi: 
“Esta experiencia, la primera para gentes de clima templado, de vivir en ambiente antártico así como la constatación de los efectos del congelamiento sobre los materiales y la acumulación de nieve, entre otras cosas, permitió tomar notas e informar respecto de próximas construcciones y de las técnicas a emplear en el futuro. 
Las dificultades encontradas, algunas de ellas previsibles como el “aislamiento”, las temperaturas y su influencia en las tareas a cumplir y el desplazamiento a través de las formas cambiantes del terreno, valoradas en ese momento, se constituyeron en partes importantes de los cursos que se impartieron a partir de entonces a las sucesivas dotaciones antes de su traslado a la Antártida. 
Fueron, para el grueso de la dotación, 13 meses en los que se conocieron aquellas desoladas tierras y aquellas bravas costas, se conocieron el hielo y la nieve, el viento, el frío y la ventisca y también, en mucha mayor medida, la pequeñez del ser humano así como la fuerza de la naturaleza y su maravillosa belleza. 
La gran sorpresa de la misión fue la belleza del invierno y su paisaje. Lo importante fue la convivencia en un ambiente reducido. 
Allí aprendimos que para marchar más al sur, objetivo que ya sentíamos como nuestro, se debía previamente hacer escuela en la Base Artigas. 

A partir de la experiencia de esta primera invernada, los que vinieron después fueron mejorando las instalaciones y las formas de convivir y de trabajar… 

Para saber más sobre estas vivencias, los invitamos a seguirnos en #CronicasAntarticas


Programa emitido por Radio Uruguay en Proa al Mar
https://radiouruguay.uy/programas/uruguayproaalmar/
Equipo de producción y realización de “Uruguay, Proa al Mar”
Equipo de Producción del programa:- Julio Dodino, Alejandro Nelson Bertocchi Morán, Waldemar Fontes, Carlos Olave, Walter Farnes, Daniel Valiñas y Nadya Tammara Navarro Bardecio

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