Desde los Andes hasta el Himalaya, se están derritiendo
antiguos glaciares, revelando restos que han permanecido congelados por miles
de años. Pero este deshielo tiene consecuencias: si bien permite conocer restos
ancestrales, también señala la desaparición de paisajes helados que han
mantenido un equilibrio ambiental durante milenios.
Uno de los casos más emblemáticos fue el descubrimiento de
Ötzi en 1991, en los Alpes. Este cuerpo humano, congelado durante más de 5.000
años, proporcionó a los arqueólogos un hallazgo sin precedentes sobre la vida del
neolítico. Lo que hizo posible su conservación fue un pequeño parche de hielo
inmóvil, cuyas características permitieron preservar el cuerpo y sus
pertenencias sin que el tiempo los deteriorara, legándonos un testimonio de
aquella época.
Pero el calentamiento global está acelerando la desaparición
de estas áreas, perdiéndose valiosa información antes de que pueda ser
estudiada a fondo.
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