La explotación de la ballena había sido intensamente depredadora y algunas especies habían desaparecido de los mares, mientras que otras, estaban en riesgo de extinción. El fin de la Segunda Guerra Mundial trajo nuevas expectativas a un mundo que debía reorganizarse y salir adelante luego de años de odio y destrucción y la industria armamentística empezó a ser reciclada para dedicarla a fines pacíficos, dando inicio a una era investigación científica, pero también de espionaje y conflictos...
Esta crónica fue preparada para “Proyección a la Antártida” del programa Proa al Mar del sábado 9 de junio de 2018, trasmitido por Radio Uruguay
Ballenas y Ciencia en la década de 1940
por Waldemar Fontes
Buque pesquero del Servicio Oceanográfico y de Pesca - SOYP |
Las flotas balleneras noruegas invernaban cada año en Montevideo y desde 1939, nuestro puerto había adquirido gran protagonismo. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el eje de la industria ballenera comenzó a cambiar y nuevas actividades comenzaron a surgir.
La explotación de la ballena había sido intensamente depredadora y algunas especies habían desaparecido de los mares, mientras que otras, estaban en riesgo de extinción. El fin de la guerra trajo nuevas expectativas a un mundo que debía reorganizarse y salir adelante luego de años de odio y destrucción y la industria armamentística empezó a ser reciclada para dedicarla a fines pacíficos.
Había comenzado la Guerra Fría, una nueva época, en la que se cambiaron las armas por la diplomacia, la ciencia, la investigación y el espionaje y la competencia por los recursos naturales.
El Continente Antártico pasó a ser una zona de gran interés para las potencias que ahora se agrupaban en torno a los liderazgos de los EE.UU. por un lado y la URSS por el otro.
En lo que tiene que ver con nuestra zona, debemos destacar el surgimiento de nuevos organismos internacionales que comenzaron a influir en la vida de todos, como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o la Comisión Ballenera Internacional (CBI), que fuera establecida en 1946 y conformada por los países que lideraban la industria ballenera, como Noruega, el Reino Unido, los Estados Unidos de América entre otros.
Uruguay no ingresó a la CBI, hasta 1981 y después de haber ingresado, por muchos años no pagó la cuota de membresía, por lo que se estuvo afuera de las deliberaciones del organismo, hasta que en 2007 el gobierno saldó la deuda y se retomó la participación, contribuyendo eso a la protección de la ballena franca, que históricamente visitaba nuestras costas atlánticas y que estuvo al borde de la extinción, la que ahora puede ser avistada cada año, nuevamente en nuestras aguas oceánicas, en la zona de Punta del Este y otros lugares.
En Uruguay existía una industria pesquera, pero se conocía muy poco sobre los recursos disponibles, por lo que era necesario realizar investigaciones para determinar qué tipo de pesca podía desarrollarse en nuestras aguas, ya fuera para producir alimentos como también trabajo para la población.
Entre los estudios que se desarrollaron en esa época, se destaca el trabajo del naturalista Luis Pedro Barattini, que publicó numerosa literatura como la “Reseña sobre los lobos marinos” de 1943 o “Problemas de la pesca y de la fluctuación del pescado en el Uruguay” de 1948.
Durante la Presidencia de Juan José de Amézaga, el 21 de setiembre de 1945, por la Ley Nº 10.653, se creó en nuestro país, el Servicio Oceanográfico y de Pesca (SOYP), que tenía los siguientes cometidos:
1° Explotar la pesca y caza marítima en el océano, ríos y lagunas fiscales del país.
2º Industrializar todos los productos de la pesca y caza marítima cuando lo crea conveniente.
3º Vender y explotar los productos de la pesca y caza marítima y sus subproductos, sea en estado natural o después de industrializados.
4º Establecer fábricas de hielo para las necesidades de su consumo, pudiendo vender al público el excedente de su producción de hielo.
5º Establecer cámaras frigoríficas para la conservación de sus productos y para alquilar a particulares.
6º Fomentar y propiciar la creación de colonias y cooperativas de pescadores y en general toda actividad privada cuya finalidad sea la pesca marítima.
7º Establecer museos oceanográficos, laboratorios biológicos, químicos y oceanográficos, y en general, propiciar la actividad científica, cuya finalidad sea el estudio de la flora y fauna marítimas y demás ramas de la oceanografía.
8º Propender a la siembra en los ríos, arroyos y lagunas del país de las especies ictiológicas más aptas y más económicamente remuneradoras; y al establecimiento de viveros de ostras y moluscos en general.
9º Tendrá el contralor sanitario sobre la venta de los productos de la pesca, ya sean frescos o industrializados, así como el de la elaboración similar nacional o importada.
10° Hacer cumplir todas las disposiciones legales y reglamentarias relacionadas con la pesca y la caza marítima, sin perjuicio de la intervención que corresponda a las autoridades municipales y nacionales.
Si bien los esfuerzos científicos en nuestro país, fueron limitados a nuestras aguas territoriales, las grandes potencias comenzaron a desarrollar importantes expediciones hacia el Atlántico Sur y la Antártida, con finalidades científicas, pero también para explorar regiones aún poco conocidas y en lo posible establecer posiciones para eventuales reclamos territoriales.
En 1944, una flota del Reino Unido, recalando en nuestro puerto de Montevideo, inició la Operación Tabarín, desplegando una fuerza naval en la zona Oeste de la Península Antártica, para instalar una serie de estaciones de investigación científica en áreas de geología, geofísica, glaciología, meteorología, botánica y psicología humana y de los perros, manifestado que ese despliegue se hacía para prevenir un posible avance la Alemania Nazi, en esas regiones. Luego de esta expedición, en homenaje al apoyo recibido, el Falklands Islands Dependencies Survey (FIDS) bautizó un accidente geográfico de la costa Oeste de la Península Antártica, con el nombre “Bottrill Head” en honor Harold Bottrill, Presidente del Directorio de la Agencia Marítima Maclean and Stapledon S.A. de Montevideo, por las grandes contribuciones que había hecho primero a la Expedición British Graham Land Expedition (BGLE) de 1934-1937 y luego a la Operación Tabarín entre 1943 al 1948.
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Por su parte los Estados Unidos de América enviaron a la Antártida, a partir de 1947, una gran fuerza naval y aérea que además de realizar investigación científica, hizo los reconocimientos para la futura instalación de bases antárticas en las costas del mar de Ross, riquísima en recursos pesqueros.
Noruega, luego de guerra pretendió retomar su liderazgo en la industria ballenera en las regiones australes y bajo los impulsos de una asociación privada, la Federación de Compañías Balleneras de Noruega y con el apoyo del Comité para la Investigación Oceánica de la Sociedad Geográfica, lograron conseguir fondos para preparar una expedición científica al estilo de la época heroica de la exploración antártica, armando el buque polar M/S Brategg, el que pusieron al mando del veterano Capitán Nils Larsen.
La Expedición Brategg, zarpó del puerto de Sandefjord el 22 de octubre de 1947 y recaló en Montevideo, desde donde luego partieron hacia Punta Arenas, para navegar la zona de la Isla Pedro I, en Latitud: 68º 48' 14,4" Sur y Longitud: 90º 35' 35,7" Oeste, en donde desembarcaron, siendo los primeros seres humanos que pisaban esa tierra, desde 1929, cuando el mismo Capitán Larsen al mando del Norvegia, había arribado en esa isla por primera vez y procedieron entonces a declararla como territorio noruego.
En el viaje, realizaron muestreos de la fauna y flora de la Isla Pedro I, de la población de Plancton en el mar y tomaron datos de la temperatura del agua y corrientes marinas, enfocando esos estudios a la preocupación que ya comenzaba a manifestarse en el mundo, en relación a los efectos del cambio climático y cómo eso podría afectar a la industria pesquera, particularmente la relacionada a la caza de la ballena.
La expedición Brategg retornó a Noruega, a donde arribaron el 22 de abril de 1948.
La expedición Brategg retornó a Noruega, a donde arribaron el 22 de abril de 1948.
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Entre esta vorágine de sucesos posteriores a la Guerra, en enero de 1947, el Capitán de Navío Carlos Travieso, publicaba una nota en el periódico “La Nación” que titulaba: “Antártida, Trampolín de ataque contra los países del Hemisferio Sur”, donde expresaba su preocupación por la avanzada de países del hemisferio norte, que según decía, venían tras las riquezas naturales de la Antártida como el petróleo, el carbón y el uranio, un recurso estratégico muy codiciado en esa época de carrera para la fabricación de la bomba atómica.
Carlos Travieso proponía con visión inteligente, que los países de la América del Sur con costas a la Antártida, deberían unirse entre sí y con sus vecinos del hemisferio sur, para buscar puntos de acuerdo en la defensa de sus intereses, proponiendo a Montevideo, como sede de esa reunión.
Las intenciones del Capitán Travieso eran buenas, pero el conflicto por las regiones antárticas, recién comenzaba a gestarse y mucho hielo correría todavía por el Mar de Hoces o de Drake, antes de que se llegara a un acuerdo…
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Para conocer más sobre la historia antártica de esos tiempos, los invitamos a seguirnos, en Crónicas Antárticas,
#CronicasAntarticas
Referencias:
#CronicasAntarticas
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Roberts
P. (2011) The Cold War Comes to the Coldest Continent. In: The European
Antarctic. Palgrave Studies in Cultural and Intellectual History. Palgrave Macmillan, New York - Print ISBN 978-1-349-29705-4
. Geopolítica Atlanto – Antártida y de la Cuenca
del Plata, por C/N Carlos Travieso Fernández, Montevideo, 1977
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