sábado, 5 de mayo de 2018

Antecedentes de la fundación de la Base Artigas - parte tres


En diciembre de 1984, Uruguay estableció su primera base en la Antártida, la Base Científica Antártica Artigas, pero para llegar a esa concreción, fue necesario recorrer un largo camino…
En las crónicas anteriores vimos que el Capitán Travieso mencionaba que Uruguay debía establecer una base meteorológica en la Antártida para contribuir a la seguridad hemisférica, en tiempos de la guerra fría, al finalizar la segunda guerra Mundial, mientras que por su lado el Profesor Musso, decía que debería establecerse una base uruguaya en la Antártida en la tierra de Coats, a la que llamaba “Artigas”, planteo que fue analizado por el COANCO (Comando Antártico Conjunto) luego de la Convención Antártica de 1970.
Pero aún faltaba mucho… 

Esta crónica fue preparada para “Proyección a la Antártida” del programa Proa al Mar del sábado 28 de abril de 2018, que se trasmite por Radio Uruguay.

El refugio Collíns, construido por Chile en 1969

Antecedentes de la fundación de la Base Artigas – Parte 3

Por Waldemar Fontes 

ver la crónica anterior

El 9 de octubre de 1956, el Consejo Nacional de Gobierno, presidido por Alberto Fermín Zubiría, del Partido Colorado, determinó la creación de una Comisión Técnica con el cometido de asesorar al gobierno respecto a los derechos que pudieran corresponder a la República sobre la Antártida, en momentos en que se estaba gestando la organización del Año Geofísico Internacional de 1957-1958 y si bien los resultados de esa comisión fueron efímeros, sirvieron de antecedente para los estudios que se hicieron más adelante. 

Luego de la Primera Convención Nacional Antártica, el gobierno, presidido por el Dr. Jorge Pacheco Areco, dispuso en el Decreto 226/70 del 19 de mayo de 1970, la creación de una Comisión de Estudios Antárticos, con el objetivo de asesorar al Poder Ejecutivo sobre la posible participación del país en las actividades científicas que se desarrollaban en el Continente Blanco. 

En los considerandos del Decreto, que fuera elaborado con participación de los Ministerios de Defensa Nacional, de Relaciones Exteriores y de Educación y Cultura y se mencionaba “el interés de la República de participar y colaborar en el mejor conocimiento científico de las regiones antárticas, que por razones geográficas evidentes ejercen una influencia significativa sobre las condiciones climáticas del país, así como sobre las características físicas y los recursos naturales del mar territorial de la República y de los espacios marinos y aéreos cercanos a nuestras costas” y se destacaba la conveniencia de promover el desarrollo de centros de investigación científica y tecnológica en relación a lo antártico, resaltando que se debería estar atentos “a los derechos de cualquier naturaleza que en virtud de razones de carácter histórico y geográfico pudieran corresponder a la República en las regiones polares situadas al sur del Continente Americano”. 

Esta Comisión, debía presentar conclusiones en un plazo máximo de 90 días, para que el Poder Ejecutivo tomara decisiones concretas sobre cómo participar de la actividad antártica, bajo la normativa del Tratado Antártico, que ya estaba vigente desde 1961. 

La Comisión estuvo integrada por un Representante del Ministerio de Relaciones Exteriores, que la presidía; y por representantes del Comando General de la Armada Nacional, del Comando General la Fuerza Aérea Uruguaya, del Servicio de Hidrografía de la Marina, del Servicio Geográfico Militar, del Instituto Geológico del Uruguay, del Instituto de Ciencias Biológicas, del Comité Oceanográfico Nacional, del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay y un representante del Instituto Antártico Uruguayo. 

En base al asesoramiento recibido, el Gobierno continuó analizando el asunto. El Ministerio de Relaciones Exteriores recalcaba que mientras estuviera vigente el Tratado Antártico, no era posible presentar reclamaciones sobre la Antártida, aunque los diversos actores involucrados coincidían en que a través de las actividades de investigación científica, sí era posible vincularse al tema y para eso debería elaborarse una estrategia, que incluyera el estudio profundo de la adaptación humana a la vida en la Antártida, a la vez que se analizaban las posibles formas de llegar hasta allí, para finalmente concretar la instalación de una base. 

El 11 de enero de 1980, Uruguay ingresó como miembro adherente del Tratado Antártico y a partir de 1982, se enviaron científicos y personal militar especializado en tareas logísticas a visitar instalaciones y bases antárticas de Argentina, Chile, Nueva Zelanda y Estados Unidos de América. 

En 1983, el entonces Tte. Cnel. Omar Porciúncula regresaba de Nueva Zelandia, donde se interiorizó del programa antártico de ese país, visitando además las bases Scott (NZ) y McMurdo (USA), trayendo ideas sobre cómo se podría construir una base antártica uruguaya. 

Comenzó una etapa de planificación para determinar el lugar donde instalar la futura base y se analizaron todas las alternativas, pasando desde la opción que planteaba la Armada Nacional, de adquirir un buque rompehielos, que pudiera llegar a la Tierra de Coats en el Mar de Weddell, como proponía el Profesor Musso, hasta la de realizar operaciones conjuntas con otros países. 

En esa época prestaba servicios en el Instituto Antártico Uruguayo, el Cnel. (Av.) Roque Aita, que en el año 1964, había planteado realizar un vuelo al Polo Sur geográfico. Ese proyecto, por razones económicas nunca se había podido encarar, pero la idea de emplear el medio aéreo se vio como una opción válida, mucho más económica que la de encarar la logística que podría significar establecer una base en las costas heladas del mar de Weddell. 

A partir de esta línea de acción se comenzó a planificar y se obtuvo el apoyo de la Fuerza Aérea de Chile (FACh), que facilitó intercambios de experiencia, visitándose la base aérea Tte. Marsh en la Isla Rey Jorge (25 de Mayo), donde ya se había establecido un aeropuerto que también disponía de instalaciones para investigación científica. 

A fines de 1983, el Coronel Ferreira, como Presidente del Instituto Antártico Uruguayo, se presentó al Tte.Gral Gregorio Alvarez (el Goyo), entonces Presidente de la República, informando el estado de los planes referidos a la Antártida y según cuentan algunos testigos, la respuesta del Presidente de la República fue: “-y ¿cómo? ¿Todavía no fueron?”, dando inmediatamente órdenes de que se ejecutara de inmediato el plan previsto, a la vez que autorizaba los recursos financieros necesarios para organizar el primer vuelo uruguayo a la Antártida, que se concretó el 28 de enero de 1984, con el aterrizaje del avión Fairchild FAU 572 en la base chilena “Tte. Marsh” transportando una delegación del IAU, que viajaba con la misión de establecer contactos con las bases allí instaladas (Tte Marsh de Chile y Bellingshausen de la Ex URSS) y de hacer reconocimientos para elegir el lugar donde instalar la futura Base Científica Antártica Artigas. 

el terreno elegido para el futuro emplazamiento de la Base Artigas

El emplazamiento elegido fue una planicie escalonada hacia el mar, con un gran lago de agua dulce al Noroeste y las estribaciones del glaciar Collins al Noreste, que reunía las condiciones de tener agua potable abundante, una costa aparentemente apta para desembarco de carga y un sitio de interés científico como lo era el glaciar allí cercano. 

En ese terreno había un pequeño refugio chileno, que podía albergar cuatro personas y sobre la costa, estaban los restos de un naufragio del siglo XIX. 

Una vez cumplidos los reconocimientos, la expedición retornó al Uruguay, para comenzar los trabajos destinados a adquirir y obtener materiales y seleccionar al personal que concurriría en la primera dotación. 

Bernabé Gadea
El apoyo de los chilenos fue vital en esta etapa, pues además de facilitar las coordinaciones aéreas entre Punta Arenas y la Isla Rey Jorge, cedieron el refugio “Collins” para uso de la expedición uruguaya y allí fue que arribó el entonces Mayor (Nav.) Bernabé Gadea, instalándose precariamente en ese refugio del 11 al 31 de marzo de 1984, desde donde, con el apoyo de la Base Tte. Marsh de la Fuerza Aérea de Chile (FACh), realizó observaciones meteorológicas en el lugar, convirtiéndose en el primer uruguayo que habitó y trabajó en esos desolados lugares, donde ya se había decidido instalar la futura Base. 

El proyecto de establecer una base uruguaya en la Antártida, ya estaba en marcha y los pioneros que habrían de fundarla, preparaban en Montevideo la logística del viaje que los llevaría a ser parte de la historia… pero eso lo contaremos en una próxima crónica. 

Los invitamos a seguirnos la semana próxima. 

Referencias

Ponencia: “Antecedentes de la fundación de la Base Artigas” por Waldemar Fontes, presentada en el XIII Encuentro de Historiadores Antárticos Latinoamericanos, realizado en Ushuaia, Argentina, del 28 al 30 de octubre de 2013.

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