sábado, 19 de mayo de 2018

Balleneros de Montevideo en 1940

Desde principios del Siglo XIX, nuestras costas estuvieron vinculados con la caza de la ballena. En tiempos de la Segunda Guerra Mundial, el puerto de Montevideo adquirió gran protagonismo como puerto de recalada de las flotas balleneras de Noruega... 

Esta crónica fue preparada para “Proyección a la Antártida” del programa Proa al Mar del sábado 19 de mayo de 2018, que se trasmite por Radio Uruguay


Actividad ballenera del puerto de Montevideo en la década de 1940

por Waldemar Fontes

Desde principios del Siglo XIX, nuestras costas y particularmente los puertos de Maldonado y Montevideo, estuvieron vinculados con la caza de la ballena, tal como lo muestra el escudo de Maldonado que ostenta una ballena en su centro.

La caza intensiva había causado estragos en la población de cetáceos, pero en la primera mitad del siglo XX, empleando nuevas tecnologías, se había retomado la explotación, adquiriendo Montevideo un protagonismo importante, como puerto de recalada para las flotas británicas y noruegas que operaban desde allí.

En la década de 1940, durante la Segunda Guerra Mundial, la flota noruega invernaba en nuestro puerto, requiriendo los trabajos de mantenimiento y las reparaciones normales de ese tipo de actividad.

Paralelamente, muchos uruguayos participaron de la actividad ballenera, trabajando en las factorías instaladas en la localidad de Grytviken, en la Isla San Pedro o Georgia del Sur.

Allí, la Compañía Argentina de Pesca, fundada en 1904 por el noruego Carl Anton Larsen, había establecido una gran industria, requiriendo mano de obra uruguaya en reiteradas oportunidades.

Al respecto, la prensa montevideana, publicó una serie de interesantes notas cuando un grupo importante de orientales trabajó en la zafra ballenera en los veranos australes de 1940 a 1943.

Tomamos fragmentos de un trabajo de la historiadora Cristina Montalbán que decía que “El 26 de octubre de 1940 se registran las primeras noticias sobre la incorporación de 60 muchachos uruguayos contratados por la Compañía Argentina de Pesca, que zarparon en el “Harpón”, para desempeñarse en la actividad ballenera en los mares del Sur, estimulados por los atractivos salarios que se pagaba por trabajar en aquellas duras faenas”.

Según se desprende de las notas de prensa, los uruguayos iban a trabajar en tierra firme, en el procesamiento de la grasa, la carne y los huesos, que después de separados para la producción de aceite, se empleaban en la fabricación de guano y de “Verdum”, un polvo que se procesaba de la carne del lomo de la ballena y que se utilizaba para la curación del ganado.


El trabajador Eduardo Triunfo, entrevistado por de “La Tribuna Popular” aportó detalles sobre la estadía en la estación de Grytviken diciendo: -En tiempos de faena convivían unos 350 trabajadores, y había en el establecimiento unas cuatro o cinco mujeres, una de ellas la esposa del radiotelegrafista, que era inglés, al igual que el magistrado. Agregaba que había un toro y una vaca, bandadas de pingüinos y “otros bichos raros” (que suponemos, decía el periodista, serían los renos que la misma compañía había introducido en la isla años antes)

La temperatura, casi constante era de 5° bajo cero, sin que pudieran recurrir para paliarla a ninguna bebida alcohólica- ya que terminadas las pocas que habían llevado, no se encontraban entre los productos disponibles en una especie de tienda que era el único comercio. A puro mate y té, que era la bebida más común, complementaban la comida que según su opinión, era abundante pero no demasiado gustosa.


Por último, dando una idea del nivel de capturas el entrevistado informó que el buque “Morsa” había batido el record de caza con 190 ballenas, recordando momentos dramáticos, entre los cuales señaló el fallecimiento de 4 noruegos, 3 por enfermedad y otro al caer de una montaña, lo que exponía los peligros naturales, a los que se agregaron aquellos provocados por la guerra, señalando que desde un navío de guerra alemán, se habían apoderado de tres buques noruegos de los que estaban operando en la isla.

En la campaña que comenzó en octubre de 1941, una cuarta parte la tripulación del buque “Harpón”, que era de 200 tripulantes, estuvo conformada por uruguayos.


Al respecto contaba a la prensa Mario Méndez Umpiérrez, un joven de 19 años, “que el frío se había hecho sentir particularmente en esas fechas, pero que prácticamente había nevado durante toda la estadía. A raíz de las bajas temperaturas, el joven, había sufrido el congelamiento de dos dedos, viéndose imposibilitado de trabajar por unos días.

Al rigor del clima se agregó además el riesgo implícito de la presencia de corsarios alemanes, considerándose las islas dentro de la zona de conflicto.

Esto, sin embargo, constituyó una ventaja en lo económico, puesto que el salario – ya de por sí alto- se había incrementado en 50%, promediando cada trabajador un sueldo de alrededor de 2.700 pesos.

En esa campaña, se contabilizaron más de 1000 las ballenas faenadas y según relataba el entrevistado, los excelentes marinos y arponeros noruegos, mataban hasta 36 ballenas al día, lo que había obligado a la empresa a extender las jornadas de trabajo, pagándose horas extra para poder procesar toda la captura.

Otras visiones de la actividad ballenera

Además de la visión de los uruguayos que iban a trabajar en la industria ballenera, la prensa montevideana recogía también la visión de los marinos noruegos que invernaban en nuestro país, luego de pasar la temporada de caza en aguas antárticas, los que empleaban técnicas más modernas, donde la ballena capturada se procesaba enteramente en el mar, con el apoyo de buques factoría.


En una nota publicada en Marcha del 19 de abril de 1940, se decía: "Todos los años, en esta época, retornan los balleneros noruegos a las aguas de nuestro puerto, para ser puestos en condiciones de reiniciar la labor en el verano próximo. Luego de los cuatro meses de trabajo intenso de la temporada de pesca que abarca desde el mes de diciembre a marzo, la tripulación es licenciada y retorna a su país, quedando a cargo de la flotilla que es llevada a dique seco, ocho oficiales que dirigen los trabajos de reparación necesarios".

La flotilla se componía de dieciséis barcos, ocho de los cuales eran panameños y el resto noruegos. Eran barcos pequeños, equipados con motores de 1400 HP lo que les permitía desarrollar una gran velocidad.

Cargaban cada uno 180 toneladas de fuel-oil, carga indispensable para cumplir un extenso recorrido que se realiza en los cuatro meses de la temporada de captura.

Cada barco estaba equipado con telégrafo, para estar en constante comunicación y ayudarse mutuamente en caso de peligro.

La tripulación de cada barco era de trece marineros especializados en el oficio. Cada buque llevaba un pequeño cañón, con el que se disparaba un arpón explosivo de 80 kilos de peso y que desarrollaba una velocidad de 100 metros por segundo, explicándose que este método reducía considerablemente los peligros para los marinos, que antes debían lanzar el arpón a mano desde una chalupa.

Una vez muerta la ballena, -contaban los noruegos- se le aseguraba a los costados del barco, por medio de un sistema de poleas situado cerca de la popa.

Los cetáceos eran luego tomados por un buque factoría, de gran tonelaje, a cuyo bordo se encargan de manufacturarlos.

Una vez terminada la temporada, en la que cada barco pescaba por término medio cinco ballenas, el “barco factoría” retornaba a Noruega con la carga y los barcos pequeños regresaban a Montevideo.

Los marinos noruegos explicaban que la pesca se realizaba entre los 58º y 70º grados de latitud Sur y de 0º a 60º de longitud Oeste, llegando a veces a los 160º grados, en las cercanías del mar de Ross.

Para pescar en los alrededores de las Islas Shetland, situadas bastante al sur de las Malvinas, era necesario obtener un permiso especial de las autoridades británicas.

Cazaban la ballena Azul, la más grande de todas, llegando a medir hasta treinta metros de largo, y también capturaban otro tipo más pequeño, la Finnwhale, cuya longitud varía entre los veinte y cinco metros y una variedad intermedia, la llamada ballena Gris.

Relataban al periodista, que la caza de la ballena como industria, había adquirido un desarrollo extraordinario, siendo Noruega una de las naciones que más se había dedicado a ella.

Para finalizar, el periodista decía: "En toda la entrevista no hemos hablado una palabra de la guerra, pese a que presentíamos que era el tema que estaba latente en todos ellos. Comprendíamos la angustia que ha de significar para estos hombres el saber a sus familiares en constante peligro. Y lo extraño que había de parecerles a ellos, que en esos momentos fuéramos a hablarle de su trabajo. Sin embargo no hubo una palabra de alusión al tema, Apenas una mención al pasar. 
Cuando preguntamos al primer piloto su nombre, nos dijo: -No, señor. Perdone. …Por los alemanes.
-Aquellas sencillas palabras era un símbolo elocuente de su dolor".

Referencias

  • Uruguayos rumbo a Grytviken: Tomado de “LA ACTIVIDAD BALLENERA- VINCULOS PLATENSES Y TESTIMONIOS MONTEVIDEANOS” por Por la Lic. Cristina Montalbán. Ponencia presentada en el XIII Encuentro de Historiadores Antárticos Latinoamericanos, realizado en Ushuaia en octubre de 2013.
  • Barcos y Marinos del Mar del Norte: Los balleneros en aguas de paz. Publicado en Marcha Nº 43 del 19 de abril de 1940





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