domingo, 28 de octubre de 2018

Roberto Puceiro y la Antártida




El 7 de octubre de 1985, el Uruguay adquirió la categoría de Miembro Consultivo del Tratado Antártico, un hecho importante, que tuvo como protagonistas a varios actores, pero que sin la participación activa y visionaria del Dr. Roberto Puceiro Ripoll, tal vez no se hubiera concretado. En esta crónica resumimos sus actividades antárticas



El Dr. Roberto Puceiro y su visión de lo Antártico

por Waldemar Fontes


El 7 de octubre de 1985, el Uruguay adquirió la categoría de Miembro Consultivo del Tratado Antártico, un hecho importante, que fue la culminación de un proceso de gestiones administrativas y diplomáticas, que tuvo como protagonistas a varios actores, pero que sin la participación activa y visionaria del Dr. Roberto Puceiro, tal vez no se hubiera concretado.

Elias Roberto Puceiro Ripoll, nació en Uruguay el 8 de enero de 1939 y falleció en Montevideo el 24 de junio de 2013.

Estudió en la Universidad de la República y en 1966, obtuvo el título de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales, siendo discípulo del gran internacionalista uruguayo el Dr. Eduardo Jiménez de Aréchaga, 

Desarrolló una prolífica carrera, habiéndose desempeñado como Asesor Jurídico del Ministerio de Relaciones Exteriores, del Ministerio de Economía y Finanzas y de la Fuerza Aérea Uruguaya, de donde a partir de 1980, se vinculó al Instituto Antártico Uruguayo 

Fue Profesor Catedrático Grado 5 de Derecho Internacional Público en la Facultad de Derecho y en la Universidad ORT. Delegado del Uruguay a Reuniones Internacionales vinculadas con Naciones Unidas, Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), el Sistema del Tratado Antártico, del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y Arbitro del Tribunal Permanente de Revisión del Mercosur y Miembro de la Corte Permanente de Arbitraje.

De su participación como asesor jurídico del Instituto Antártico, destacamos las siguientes actividades: 

En 1983, concurrió al Simposio Internacional Interdisciplinario "El Desafío Antártico -Intereses en conflicto, cooperación, protección ambiental y desarrollo económico" Universidad de Kiel e Instituto Alfred Wegener, en Alemania.

En enero-febrero de 1984 fue integrante del grupo de la expedición que viajando en un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya, concretara la Primera Misión Oficial Uruguaya a la Antártida, aterrizando en la Isla Rey Jorge, para comenzar los reconocimientos del lugar donde se instalaría la futura Base Científica Antártica Artigas.


Fue Integrante de la Delegación Uruguaya a las Reuniones de las Partes del Tratado Antártico sobre Recursos Minerales Antárticos, en Francia en 1985; en Australia en 1986; en Japón en 1986; en Montevideo en 1987; y en Nueva Zelandia en 1987 y 1988.

Integró la Delegación Uruguaya a las Reuniones de las Partes Consultivas del Tratado Antártico: RCTA-XIII en Bélgica en 1985; RCTA-XIV en Brasil en 1987; RCTA-XV en Francia en 1989; RCTA-XVI en Alemania en 1991; RCTA-XVII en Italia en 1992; RCTA-XVIII en Japón en 1994; RCTA-XIX en República de Corea en 1995; RCTA-XX en Países Bajos en 1996; RCTA-XXI en Nueva Zelandia en 1997; RCTA-XXII en Noruega en 1998; RCTA-XXIII en Perú en 1999; RCTA-XXIV en Rusia en 2001, RCTA-XXV en Polonia en 2002 y RCTA-XXVI en España en 2003. 

Fue Jefe de la Delegación a la Ronda de negociaciones del Protocolo de la Convención para la Reglamentación de las Actividades sobre Recursos Minerales Antárticos celebrada en París, en octubre de 1989.

Participó de la Reunión Consultiva Especial celebrada en Holanda en 2000 y fue Presidente del Grupo de Trabajo Nº II de las Reuniones de las Partes Consultivas del Tratado Antártico, por 15 años.

Fue integrante de la Delegación uruguaya a las Reuniones de Administradores de Programas Antárticos Latinoamericanos (RAPAL) realizadas en Argentina en 1990; en Uruguay en 1991; en Ecuador en 1992; en Perú en 1993; en Brasil en 1994; en Chile en 1995; en Argentina en 1996; en Uruguay en 1997; en Brasil en 1999 y en Perú en 2000.

Fue Relator en las Reuniones de Administradores de Programas Antárticos Latinoamericanos de 1990, 1991, 1992 y 1997 y fue el Presidente de la Reunión de Administradores de Programas Antárticos Latinoamericanos celebrada en Uruguay en 2003.

Integró la Delegación del Instituto Antártico Uruguayo que concurriera al Homenaje de la ciudad de Punta Arenas, Chile, en agosto de 1990.

Fue integrante de la Delegación uruguaya que participara de las Reuniones Consultivas Especiales celebradas en Viña del Mar en 1990, Madrid y Bonn, en abril, junio y octubre 1991 y Presidente del Grupo de Trabajo No. II de dichas reuniones que fueran las previas donde se formuló el Protocolo de Protección Ambiental al Tratado Antártico, conocido como el Protocolo de Madrid, que fuera aprobado en 1991.

En 1992, tuvo activa participación como abogado en el caso del accidente que ocasionara el fallecimiento de un integrante de la dotación de la base rusa Bellingshausen. Este caso puso en el tapete el tema de la jurisdicción y su aplicación en casos concretos cuando se veían involucrados ciudadanos de diferentes países en un hecho ocurrido en el Área del Tratado Antártico.

A raíz de esta experiencia, Puceiro redactó un documento de trabajo que fue presentado por Uruguay en la RCTA-XVII celebrada en Venecia en noviembre de 1992, con el título “CUESTIONES RELACIONADAS CON EL EJERCICIO DE LA JURISDICCIÓN EN LA ANTÁRTIDA” el que hasta hoy es tomado como fuente de referencia al debatirse sobre este tema, que aún está sin una definición concreta.

Enmarcado en esa agenda, Puceiro participó como Delegado del Uruguay en el Grupo de Expertos Jurídicos relativo al Anexo de Responsabilidad al Protocolo al Tratado Antártico Sobre Protección al Medio Ambiente en Países Bajos en 1994; en Bélgica en 1995, en Reino Unido en 1996; en Sudáfrica en 1997 y en Noruega en 1998.

Fue integrante de la Delegación uruguaya en la XXII Reunión de la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCAMLR), Australia en 2003.

Fue Delegado del Uruguay a la Reunión Informal sobre Secretaría del Tratado Antártico en Argentina, en 2002 y 2003, que culminó con el acuerdo para que la sede de la Secretaría del Tratado Antártico fuera en Buenos Aires, que fue firmado en la XXXIII Reunión Consultiva del Tratado Antártico, celebrada en Punta del Este, Uruguay, del 3 al 14 de mayo de 2010, de la que Puceiro fuera su Presidente.

El 14 de octubre de 2011, en el marco del Seminario “50 años del Tratado Antártico” recibió la Medalla a la Trayectoria Antártica, otorgada por la Asociación Civil Antarkos en reconocimiento a su actividad continuada a lo largo del tiempo.

Además de su trabajo como jurista, Puceiro fue un prolífico escritor y dramaturgo, con varias obras registradas en AGADU en sus años de juventud y dejó numerosas publicaciones sobre temas antárticos, de donde destacamos:

Antártida, Continente de los más para los menos" publicado en colaboración con los Dres. Hebert Arbuet Vignali y Belter Garré Copello.

"La República Oriental del Uruguay en la Antártida, continente del futuro", publicado en la Revista Diplomática del Instituto Artigas del Servicio Exterior del Ministerio de Relaciones Exteriores Nº 3, en 1985.

"Los nuevos caminos jurídicos del Sistema Antártico: La Convención para las reglamentaciones de las actividades sobre recursos minerales antárticos”, publicado en la Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales Nº 3-4, en 1988.

"¿Muerte o resurrección? El sistema del Tratado Antártico a los 30 años de su creación" publicado en Intermundo del Centro de Estudiantes de Relaciones Internacionales en Montevideo en 1991.

"El Sistema del Tratado Antártico: treinta años y algo más", publicado por la Fundación de Cultura Universitaria en 1994.

Y un texto magnífico titulado “El sistema del Tratado Antártico en sus bodas de oro”, publicado en la Revista de la Facultad de Derecho Nº 28, en 2014 donde además de resumir la importancia del Tratado Antártico en ese medio siglo, agregó frases memorables, que ayudan a comprender el espíritu antártico, como estas:

…quien quiera jactarse de conocer la Antártida en su misteriosa y milagrosa individualidad y realidad, debe ineludiblemente vivir dos experiencias iniciáticas básicas. En primer término lógicamente conocer la Antártida. Y en segundo lugar, participar activamente en una Reunión Consultiva, especie de microcosmos antártico fuera de la Antártida, pero Antártida de todos los modos”.

El Sistema del Tratado Antártico ha demostrado ser constructivo, eficiente, visionario, y seguro. También ese Sistema ha resultado ser flexible, dinámico y adaptable a las cambiantes realidades, estando abierto a toda la comunidad internacional y aglutinando en su seno Estados de muy diferentes naturalezas”.

De conjetura a continente, de continente a fundamento de un Sistema único, de fundamento a metáfora. Y es en este último terreno que nos parece indudable la relación metafísica que se da entre la Antártida y los seres humanos. Se da en un pacto de convivencia armónica y de influencia de aquélla sobre éstos, para iluminar el camino del conocimiento interno propio y la reflexión sobre nosotros mismos. De ello se dan numerosos testimonios. Un veterano explorador antártico expresó "En la Antártida hay muy pocas tentaciones, mentalmente el hombre es allí invulnerable, está tan remoto de la lucha humana, de las incertidumbres económicas y existenciales, de las políticas y de las guerras, que el hombre se da cuenta de que al fin y al cabo todo eso no significa nada".

Nuestro reconocimiento a la obra y al legado que nos dejara el Dr. Roberto Puceiro.

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Hay mucho más para conversar sobre este y otros temas, así que para saber más sobre la Antártida y su historia, los invitamos a seguirnos el sábado próximo, en Crónicas Antárticas, por Radio Uruguay.

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Referencias
Revista de la Secretaría del Tribunal Permanente de Revisión del MERCOSUR (RSTPR) - Número en Homenaje al Dr. Roberto Puceiro Ripoll, Año 2 - Nº 3 – Asunción, Paraguay, 2014
Puceiro Ripol, R. (2014). El sistema del Tratado Antártico en sus bodas de oro. Revista De La Facultad De Derecho, (28), 113-123. Consultado el 23oct2018 


martes, 16 de octubre de 2018

El ingreso de Uruguay como Miembro Consultivo del Tratado Antártico


A fines de 1979 Uruguay había decidido la estrategia a encarar con respecto a su posición sobre la Antártida.  La República adhirió al Tratado Antártico, dejando constancia de la reserva de derechos que pudiera corresponderle acorde al Derecho Internacional y comenzó el proceso por el que el 7 de octubre de 1985, se transformó en Miembro Consultivo del Tratado Antártico.

El ingreso de Uruguay como Miembro Consultivo del Tratado Antártico, el 7 de octubre de 1985
por Waldemar Fontes


En 1985 el Uruguay respiraba aires de renovación. El 1º de marzo de ese año, había asumido el gobierno presidido por el Dr. Julio María Sanguinetti, poniendo punto final al llamado Proceso cívico-militar que había gobernado de facto desde 1973.  En ese período, el mundo había cambiado y en la región todavía se recordaba el eco de la guerra por las Islas Malvinas y los cambios que en los países vecinos ocurrían. 

En 1975, el Instituto Antártico Uruguayo había sido oficializado y se habían realizado intensas gestiones para analizar los posibles derechos de nuestro país sobre la Antártida, en vistas a la posibilidad de ingresar al Tratado Antártico firmado en Washington en 1959. 

A fines de 1979, el Uruguay había presentado el depósito de adhesión al Tratado Antártico, dejando constancia de la reserva de derechos que pudieran corresponderle a la República, acorde al Derecho Internacional, pero aceptándose la normativa vigente. 

En los dos años siguientes, fue muy intensa la actividad diplomática y ocurrieron varios sucesos dignos de recordar, pero queremos enfocarnos en el ingreso de Uruguay como Miembro Consultivo, tomando como fuente principal al General (R ) Ricardo Galarza, que en 1985 cumpliendo funciones como Presidente del Instituto Antártico Uruguayo, jugó un rol muy importante en el proceso de negociaciones que condujeron a la aceptación del país como miembro pleno del Tratado. 


Galarza dejó varios testimonios escritos, destacándose un artículo del libro que en 2004 publicara el Instituto Antártico Uruguayo bajo el título “20 años de la Base Científica Antártica Artigas. Una historia uruguaya”, donde hizo un detallado relato del proceso que culminó con la aceptación del Uruguay como miembro Consultivo del TA. 

En 1979, se había culminado un período de análisis sobre qué posición tomar con respecto a la Antártida, considerándose tres opciones: una era reclamar territorios, ignorando el Tratado Antártico. Otra podría ser unirse a los países que proponían declarar a la Antártida como Patrimonio Común de la Humanidad y la última, adherir al Tratado Antártico y trabajando acorde a sus normas, comenzar las gestiones para convertirse en miembro pleno, opción que fue la que se implementó. 

En enero de 1980, se concretó el ingreso de Uruguay como Adherente al Tratado y entonces comenzó una etapa de definiciones. 

En 1982, se comenzó a enviar científicos uruguayos a participar en los programas antárticos de países amigos. Se visitó la Estación de los EE.UU. en el Polo Sur y se participó activamente en las campañas antárticas de Argentina y de Chile. 

En 1983 se continuó esa línea y se visitaron las instalaciones de Nueva Zelandia y se preparó el proyecto que culminó con la instalación de la Base Científica Antártica Artigas en diciembre de 1984. 

En la XII Reunión Consultiva del TA, celebrada en Camberra, Australia en 1983, se concretó el ingreso de Brasil como miembro pleno del Tratado. En la misma reunión, se supo que China Popular planeaba solicitar su ingreso también, lo que animó a Uruguay a pensar que había llegado el momento de tomar una decisión. 

El ingreso de Brasil, se había producido junto al de India, demostrando que el juego de equilibrio de poder entre las dos grandes potencias, la URSS y los EE.UU. y sus aliados, era la clave para lograr el consenso. 

La Cancillería encaró una ronda de consultas sondeando los eventuales apoyos, de donde, surgía el siguiente posicionamiento: 

Argentina venía de ser derrotada en la guerra de Malvinas y el país había ingresado en un momento de recuperación de una crisis social y económica, bajo la Presidencia de Alfonsín. Si bien la reserva de derechos planteada por Uruguay al adherir al Tratado, había causado malestar en la Cancillería argentina, el nuevo gobierno democrático no se puso a favor ni en contra. 

EE.UU. que había impulsado el programa científico de nuestro país, puso énfasis en definir la consistencia del mismo, manteniendo una posición expectante, sin manifestarse a favor o en contra. 

Francia, Rusia, Bélgica e India, mostraron una posición dubitativa, que hacía suponer una eventual objeción. Eso generó apresurados esfuerzos diplomáticos, ya que la información se obtuvo sobre la fecha de la Reunión y por contactos no oficiales. 

En la revista Jaque, del 17 de octubre de 1985, decían: “la U.R.S.S. tenía ciertas resistencias para aceptar la inclusión de China. El eventual veto soviético llegó inclusive a ser considerado como un factor de riesgo para la propia inclusión de nuestro país, desde que una resolución exclusivamente favorable a Uruguay (dejando por el camino a China Popular), hubiera debilitado algunos niveles de equilibrio que en la "tradición" del Tratado son considerados esenciales. Sin embargo la solución llegó, no descartándose por algunas fuentes la importancia que tuvo para tal fin, la entrevista que el Presidente Sanguinetti mantuviera con el Canciller soviético Edvard Shevarnadze en oportunidad de su viaje a fines de setiembre a la Asamblea General de Naciones Unidas…” 

China, que presentaría su solicitud junto a la de Uruguay, abrazó con beneplácito la iniciativa de nuestro país.  Nueva Zelandia, Noruega y Australia se manifestaron a favor de la propuesta uruguaya y Chile y Gran Bretaña fueron los dos aliados más poderosos con que se contó. 

Chile, que era gobernado por el General Pinochet, tenía muy buenas relaciones con el Presidente uruguayo Tte. Gral. Gregorio Álvarez, brindando un invalorable apoyo cuando se construyó la base Artigas y en todo el proceso que siguió, incluso al retorno de la democracia, con el gobierno del Dr. Sanguinetti. -Explicaba el general Galarza: “La posición de Chile, incondicional y efectiva, buscaría posiblemente encontrar en Uruguay un aliado que le permitiera posicionarse mejor en la región. No debe olvidarse la situación planteada con Argentina, a causa de litigios fronterizos primero y de su posición frente al conflicto de Malvinas después”. 

Gran Bretaña se constituyó en el principal apoyo a la estrategia uruguaya, destacándose el valioso aporte que significó la participación de Mr. John Heap, enviado especialmente para colaborar y asesorar a la delegación uruguaya en la preparación de todos los documentos que se debían presentar. 

Contaba Galarza una anécdota con respecto a la posición de India, que no se presentaba favorable a Uruguay, por lo que se acercó a los delegados indios argumentando sobre el excelente relacionamiento que existía entre ambos Estados, el que había permitido que observadores uruguayos contribuyeran al acuerdo de paz en la frontera entre India y Pakistán, donde el propio Galarza había cumplido funciones como observador militar de la ONU, lo que había contribuido a lograr una posición favorable a la solicitud de Uruguay. 

Pero aún queda por resolver el último obstáculo. Ya finalizando la reunión, la delegación de Bélgica propuso que se votaran por separado las solicitudes de ingreso, primero la de China y luego la de Uruguay. 

Eso podía significar que si era rechazada la solicitud de China, la que tenía algunas oposiciones, la solicitud de Uruguay también sería rechazada, pero una decidida intervención de la delegación chilena, planteó que se votara por ambas solicitudes juntas, lo que finalmente se hizo, salvando la situación que culminó con la aprobación en la XIII Reunión Consultiva del Tratado Antártico, del ingreso de Uruguay y de China Popular como Miembros Consultivos del TA. 

Esta concreción fue posible por varios factores, entre los que se destacan: El apoyo invalorable de Chile y de Gran Bretaña. La coyuntura internacional, donde influyó el destacado relacionamiento diplomático de quienes participaron de las negociaciones y además, el momento de apertura democrática que se vivía en nuestro país, factores estos que abrieron una nueva etapa al desarrollo antártico del Uruguay, transformándolo en un referente para otros países que luego presentaron su solicitud de ingreso. 

La delegación uruguaya en Bruselas, estuvo integrada por el General Ricardo Galarza y por el Dr Roberto Puceiro

Dr. Roberto Puceiro

Durante el Seminario que realizó el IAU en noviembre 2004, el Doctor Puceiro, contó que cuando estaba preparando la documentación para el ingreso de Uruguay al Tratado Antártico, tuvo oportunidad de ofrecer una charla para un grupo de niños de una institución católica. 

Contaba que los niños se interesaron mucho por el tema antártico y cuando él les contó que se iba al exterior a lograr que nuestro país fuera admitido como miembro consultivo del Tratado, una monja les dijo a los niños que rezaran para que Uruguay fuera aceptado... 

Cuando él regresó, contento con el logro de que Uruguay hubiera ingresado como miembro pleno, uno de los niños le envió un mensaje, recordándole que ellos habían estado rezando todo ese tiempo… 

La anécdota, que fue contaba por el propio Puceiro al cierre del Seminario, resultó muy emotiva para todos los presentes, porque reflejó que ese niño, a pesar de ser tan pequeño, había comprendido la importancia de que nuestro país fuera aceptado como miembro pleno del Tratado Antártico. 

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#CronicasAntarticas



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Referencias

Galarza, Ricardo. “El ingreso de Uruguay al Tratado Antártico”, Tomado de la Publicación del Instituto Antártico Uruguayo “20 años de la Base Científica Antártica Artigas. Una historia uruguaya”. Distribuida en el Primer Simposio sobre actividades e investigación científica en la Antártida. Montevideo, 2004.

Prof. Dr. Roberto Puceiro Ripoll "Uruguay y el Tratado Antártico" , Tomado de la Publicación del Instituto Antártico Uruguayo “20 años de la Base Científica Antártica Artigas. Una historia uruguaya”. Distribuida en el Primer Simposio sobre actividades e investigación científica en la Antártida. Montevideo, 2004.

Semanario Jaque: “Antártida: un nuevo status uruguayo” Montevideo, 17 de octubre de 1985



lunes, 8 de octubre de 2018

Carlos Oliver Schneider




Carlos Oliver Schneider, nació en Uruguay en 1899 y desarrolló su vida en Chile, donde algunos lo describieron como el Da Vinci de Concepción. Se formó como autodidacta y luego estudió geología y otros temas. Se interesaba por la ciencia, la cultura y por la educación popular. Participó como naturalista en la primera Expedición de Chile a la Antártida en 1947.

Carlos Oliver Schneider, un uruguayo en la Expedición Antártica Chilena de 1947
por Waldemar Fontes


Durante el Encuentro de Historiadores Antárticos (XVIII EHAL) realizado en Chile en setiembre de 2018, tuvimos oportunidad de asistir a la presentación del libro “Carlos Oliver Schneider. Proa al Sur. Diario del naturalista de la primera expedición chilena a la Antártica”, editado por Mauricio Jara y Pablo Mancilla, donde destacaban el hallazgo de un diario de viaje que se había publicado en varios capítulos en el Diario Austral de Temuco, un periódico de circulación local que había tenido escasa difusión más allá de su tiempo. 

El rescate de ese diario, ya de por sí nos pareció una labor interesante, pero cuando al oír la presentación, nos enteramos que el naturalista Carlos Oliver era uruguayo, quedamos prendados del personaje y quisimos saber más. 

Carlos Oliver Schneider, nació en la ciudad de Canelones (Uruguay), el 15 de setiembre de 1899. Su padre era diplomático y en 1910, fue designado como Cónsul de Uruguay en Chile para trabajar en Coronel, una localidad costera en la región del Bío Bío, que era un importante puerto exportador de carbón, donde se instaló la familia integrada por Francisco Oliver Britos y Ernestina Schneider Jacotet, padres del joven Carlos y otros dos hermanos. 

A poco de instalados, se mudaron a Concepción, donde la familia se quedó a vivir de manera permanente. Carlos Oliver con doce años empezó a estudiar en el Liceo de Hombres de Concepción, donde cursó sus estudios secundarios, destacándose por su aplicación y por su interés en las ciencias. 

En ese tiempo conoció al profesor Edmundo Larenas, que se transformó en su maestro y mentor, quien le inculcó el amor por la naturaleza y el conocimiento. 

Carlos Oliver era muy apreciado por sus compañeros y participó en muchas actividades extracurriculares, siendo capitán del grupo de Boy Scouts, participando como un activo miembro de los Ateneos culturales del Liceo, donde en 1914, con trece años, leyó un trabajo de su autoría, sobre “El cultivo de las Ciencias Naturales”, tema que siguió profundizando en publicaciones que destacaron en la revista “Perfiles, de Arte y Actualidades”, que era editada por los alumnos del Liceo de Concepción, de la cual en 1918, se transformó en su jefe de redacción. 

En esa revista publicó un trabajo sobre el Museo de Concepción, titulado “Nuestros institutos culturales” el que firmaba con el seudónimo Kawada, donde resumía aspectos de ese Museo en donde, desde junio de 1916 se venía desempeñando, ad honorem, como curador de las colecciones que entonces eran administradas por el Liceo de esa localidad. 

Según relatan varios que lo conocieron, Carlos Oliver era una persona agradable, de hablar pausado e interesante conversación. Era un hombre alto, fuerte, de movimientos lentos y ademanes tranquilos. 

Su vida era sencilla y dedicada a múltiples intereses. Algunos lo describieron como el Da Vinci de Concepción. Estaba siempre ocupado y se interesaba no solo por la ciencia, sino también por la cultura y sobre todo por la educación popular. Fue periodista, conferencista y pertenecía a varias sociedades científicas chilenas y extranjeras. Fue miembro fundador y Presidente en varios períodos, de la Sociedad de Biología de Concepción, desde donde impulsaba expediciones científicas y excavaciones paleontológicas o arqueológicas. 


Integraba la masonería y fue Venerable Maestro de la Logia “Paz y Concordia” N°13 y de la Logia “Fraternidad” N° 2, habiendo dejado testimonios escritos sobre “la historia de la masonería penquista”, 

Fue docente, enseñando Ciencias Naturales en colegios públicos y privados. Fue profesor de Biología en el Liceo de Hombres, de Biología Marina y Oceanografía en la Escuela Industrial de Pesca de San Vicente y de Geología y Mineralogía en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Concepción, donde trabajó como Secretario, para luego ser su Decano durante varios períodos. 

De todas sus actividades, a la que con más ahínco se dedicó, fue a la de Director del Museo de Concepción, donde pudo desarrollar su vocación científica, primero de manera autodidacta y luego profesionalmente, a medida que los estudios le dieron rigor y método. 

En 1919 se había fundado la Universidad de Concepción donde Oliver comenzó a estudiar Ingeniería Química, pero en 1922, se fue a la Universidad de La Plata en Argentina, donde se especializó en Geología y Mineralogía. En esos años, conoció a una joven uruguaya, Nilia Pastorini, con quien contrajo matrimonio en Uruguay en 1926. 

Ya casado, volvió a Chile y se hizo cargo de la cátedra de Geología de su Universidad y asumió el cargo de Director titular del Museo de Concepción, al que dio un vigoroso impulso, logrando que tuviera una sede propia en medio de un extenso parque. 

Los años siguientes vivió una vida tranquila, centrada en sus intereses, destacándose una expedición científica a Tierra del Fuego en 1944 y la más interesante, su participación en la Expedición Chilena a la Antártida de 1947. 


Por su destacada labor en el Museo de Concepción, el gobierno de Chile, presidido por Pedro Aguirre Cerda, le había otorgado la Medalla al Mérito en el grado de Comendador y su prestigio era tanto, que el Presidente González Videla no dudó en convocarlo para que integrara, como naturalista, el equipo científico de la expedición chilena que se enviaría a la Antártida, para establecer una base en aquel continente y afirmar los reclamos de soberanía que Chile venía planteando en tiempos de la Guerra Fría, cuando se había incentivado la pugna por la Antártida. 

En enero de 1947, Carlos Oliver embarcó en el buque Angamos en el puerto de Coronel, donde había vivido en sus años de infancia y llevó un diario de viaje, donde con agradable prosa, fue contando sus vivencias en la histórica expedición. 

Comienza el relato con sus impresiones del viaje por los canales fueguinos, hasta que cruzando el Mar de Drake, avistaron el primer témpano: 

-“Al mediar la mañana del 11 de febrero (1947) los primeros hielos de la región subantártica aparecieron a nuestra vista. Una masa blanca, blanco azulado, flotando a la deriva se nos fue acercando en una forma que no por ser lenta, dejaba de ser sorprendente. 

Un iceberg. El primero que veíamos. Era pequeño, insignificante para los muchos que más tarde tendríamos que encontrar. A buen seguro que si a la vuelta, como realmente aconteció con otro semejante, lo volviéramos a encontrar, lo que es imposible que suceda, con toda la intensidad de este momento, ni siquiera lo vamos a mirar. Pero ahora, en este instante, era el primero y lo saludamos como a una avanzada de la tierra del hielo. Un emisario de la Antártica.” 

El 14 de mayo de 1947, escribía: “y en un día del mes de marzo nos dimos a la mar, con todos los pronósticos del tiempo favorables, desde el puerto de Soberanía, en la isla Greenwich, llevando nuestra derrota siempre al sur. El helicóptero Sikorsky 308 piloteado por nuestro valiente compañero el teniente Humberto Tenorio nos precedía a modo de avanzada y estaba en constante comunicación con el transporte Angamos. En tierra, dejábamos al primer destacamento chileno antártico, a modo de ensayo, para que se fuera acostumbrando a la larga jornada que iba a tener que soportar solo. Era una corta separación. La próxima, sería la definitiva”. 

Seguía su relato con detalladas y amenas descripciones de cada lugar que visitaron y en un momento, en la bahía de la isla Decepción, contaba cuando contacto con la Flota Expedicionaria Antártica de la Armada Argentina, en la caleta Balleneros, donde compartieron gratos momentos de camaradería, diciendo: -“Estaban dos transportes, el Patagonia y el Chaco; el petrolero Ministro Ezcurra y los dos patrulleros, el King y el Marature… Este encuentro dio motivo a simpáticas reuniones de confraternidad entre los marinos chilenos y argentinos y esa camaradería que ya había formado en el Angamos con los tres argentinos agregados a la flota chilena, se intensificó”. 

El viernes 23 de mayo de 1947, escribía en el diario: -“Continuamos el derrotero y luego de zarpar de la isla Decepción, llegamos al Estrecho de Gerlache. El paisaje es extraño. Más extraño de lo hasta ahora habíamos visto. Todo es blanco. Hielo. Nieve. Un verdadero paisaje de pastelería y perdóneseme la comparación. Las islas tienen formas caprichosas cubiertas de espeso hielo y nieve. Parecen enormes tortas hechas por un poseso pastelero que las cubrió de un espeso y magnífico flan blanco” 

Y seguía relatando sus impresiones diciendo: -“al ingresar al canal Newmayer, las aguas se deslizan silenciosas. Hasta las máquinas se mueven quedamente. Hay un silencio impresionante. ´ke…ke…ke…kée…´ resuena en el espacio. Miramos ansiosos. Nada se ve”. 

Y el 24 de mayo de 1947, relataba la llegada a Puerto Lockroy, donde no pudieron ingresar, porque ya ocupaba la caleta el ballenero Don Samuel, de la Armada Argentina, debiendo fondear en una bahía cercana, que llamaron “Angamos”. 

En la última anotación del diario, describía una hermosa noche estrellada en Puerto Lockroy y menciona la Cruz del Sur, diciendo: -“La contemplamos largo rato, embelesadamente. No habíamos visto jamás, ni en otros cielos, estrellas más bellas, tan brillantemente bellas. Era la Cruz del Sur. Y brillaba sobre nuestras cabezas”. 

A poco tiempo de retornar de la expedición antártica, en la madrugada del 13 de Junio de 1949, Carlos Oliver Schneider falleció en la ciudad de Concepción, a causa de una hemorragia cerebral, dejando a su esposa y tres hijos. Estaba por cumplir los 50 años. 

Su muerte significó una dura pérdida, no sólo para Concepción, a cuyo desarrollo cultural y científico entregó los esfuerzos de toda su vida, sino también para el mundo entero. 

Carlos Oliver, escribió el “Libro de Oro de la ciudad de Concepción” una obra que hasta hoy es tomada como referencia para el estudio de la historia de esa ciudad. 

El Museo de Historia Natural de Concepción por el que tanto hizo, recibió su nombre y en julio de 2018, la ciudad de Concepción honró su memoria, dedicándole una plazuela con su nombre en el Cementerio General de Concepción. 

Vaya nuestro reconocimiento a este uruguayo polifacético, faro de la humanidad, que desde su amado Chile trascendió fronteras y dejó un legado digno de imitar. 


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Referencias:
Jara Fernández, Mauricio y Mancilla González, Pablo. “Carlos Oliver Schneider. Proa al Sur.  Diario de la Primera expedición chilena a la Antártica” LW Editorial. Valparaíso, 2018
Marquez Ochoa, Boris. “Carlos Oliver Schneider. Naturalista e historiador de Concepción”. Concepción Ediciones, 2015
Mihovilovich Gratz, Alejandro. “50 años de Relación Histórica. Respetable Logia Nº 115. 1963-2013” Impresores Trama, Concepción, Agosto 2013.
Parmenio Yañez A. “El Profesor Carlos Oliver Schneider, un precursor de la biología marinaen Chile”. En la Revista de Biología Marina Vol. II - 1 y 2: Publicada por la Estación de Biología Marina de la Universidad de Chile. - Valparaíso, Enero de 1950